Desde que tengo uso de razón los desiertos, han sido desiertos. Lugares con escasez de agua, sin importar su latitud en el globo. Es decir, un ecosistema con sus propias especies, tanto vegetales como animales, que precisamente sobreviven en estas condiciones extremas gracias a su adaptación al clima, a las sequías prolongadas en el tiempo.

Dron

Drones en el desierto para generar lluvia.

Ética y seguridad de las lluvias artificiales

Por mucho que nos pese, ha sido así desde tiempos inmemoriales a lo largo de todos los continentes, y en los distintos tipos de desierto. Pero, se me viene una pregunta a la cabeza, ¿es necesario entrometernos en esos ecosistemas, en el propio clima para generar una lluvia, que no deja de ser artificial? Aún sostengo mis dudas, y como yo, muchos científicos, que no están de acuerdo en «toquetear» el clima al antojo de quien les da órdenes para hacerlo.

Se cuestiona, lo primero, si es ético. Hasta que punto la tecnología y la ciencia traspasan los límites éticos de jugar a ser dioses. Lo segundo, si hay datos fehacientes comprobados durante largos años de experimentación, que afirmen que no es contraproducente para la vida de estos ecosistemas, porque insisto en que una lluvia artificial, no es igual que la natural, y si las sustancias usadas en ello podrían repercutir de alguna manera en los seres vivos.

Y no solamente eso, como controlar de forma exacta la formación de esas nubes artificiales, y el impacto de su descarga en todos los lugares donde se «siembran», porque de la misma forma que se pueden generar dependiendo de las condiciones climáticas del momento, en vez de llover de forma ligera, pueda llegar a llover de forma torrencial.

Cactus

Cactus con gotas de lluvia.

Son preguntas sencillas y coherentes, que algunos investigadores se han venido haciendo, porque todo tiene sus pros y sus contras. ¿Puede ser contraproducente esta descarga de agua artificial?

Geoingeniería transparente u opaca

Hay unos cuantos ejemplos observados, que precisamente nos alertan de lo contrario: grandes nevadas o intensas lluvias torrenciales creadas por el hombre, que arrasan pueblos y tierras. O sea, que tan fácil, no debe ser intentar controlar el clima al estilo de Zeus, el dios del Olimpo griego.

¿Alguien se hace cargo de las consecuencias que conlleva? Como puede ser el arrasar con todo un ecosistema o toda una población. Por mucho que se quiera controlar, estas posibilidades son reales, y han sucedido ya. Pero creo que nadie ha sido acusado y llevado a los tribunales de justicia por ello. Esto también es un ecocidio con geoingeniería.

Agricultores clamando al cielo

Los cielos de muchos países europeos llevan utilizando estas técnicas desde hace años con aviones que realizan vuelos bajos, incluso se puede ver casi diariamente en nuestro país. Ese control del clima por parte de los seres humanos puede representar un peligro, cuando se hace de forma opaca.

Si la transparencia reinase sobre los gobernantes, esto se habría dicho sin tapujos a la población, pero claro, nos hemos topado con que se ocultan datos, y nuestros cielos siguen sembrados de nubes de diseño, que en su mayor parte no son naturales.

Solo hay que preguntar a los más viejos del lugar, si han visto algo parecido por los cielos en sus años de existencia. Su contestación siempre es negativa. Y es que a un agricultor es difícil engañarle, cuando se ha pasado la vida mirando al cielo. 

Tormenta

¿Tormenta de nubes artificiales?

Porque podrán ser paletos, y a mucha honra, pero si algo entienden es de nubes y de tiempo. Ahora, esos abuelos que acertaban las predicciones del tiempo durante varios días, de forma casi exacta, sin haber estudiado entre papeles, de cuándo iban a llegar las lluvias o los vientos; no acaban de adivinar el tiempo del día siguiente.

Cuándo realizar la siembra o cuándo recoger la cosecha, son las cuestiones planteadas por algunos de los agricultores, que ven un tiempo caprichoso.

Con un clima creado de forma artificial con lluvias a la carta, y un sol espléndido cuando llega la autoridad de turno, pero nunca pensado para los que se manchan las manos con la tierra, sino para los que se lavan las manos en las altas esferas como Poncio Pilatos.