basura-electronicaLos aparatos eléctricos y electrónicos nos rodean por todas partes ¿quién no tiene un teléfono móvil, una nevera, un secador de pelo, una bombilla de bajo consumo o un ordenador?

Somos usuarios habituales de este tipo de productos, pero generalmente desconocemos cuál es su contenido y qué efectos producen sobre el medio ambiente cuando ha terminado su vida útil. En la actualidad este tipo de equipos no suelen ser reparados, ya que su reparación suele ser más cara que la adquisición de uno nuevo. Entonces nos deshacemos del aparato que ya no funciona y lo depositamos en cualquier lugar, sin saber que estos productos pueden causar daños graves a la naturaleza, e incluso, pasar alguno de sus componentes a la cadena trófica, lo que supone un serio perjuicio para la salud de todos.

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Es habitual ver abandonados estos aparatos en las calles de nuestras ciudades y pueblos, abandonados en las calles por donde pasamos todos los días, incluso en el campo, formando verdaderos vertederos incontrolados, y sobre esto no se actúa. Es habitual, para más inri, ver como colectivos desfavorecidos los recogen, los despiezan en el mismo lugar donde los encuentran para extraer los metales que tienen valor, como el cobre, las placas base u otros componentes, que después serán vendidos en plantas de valorización, autorizadas o no. Es responsabilidad de todos el depositar estos equipos en lugares autorizados, como son los puntos limpios, las mismas plantas, depósitos municipales o puntos de recogida.

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Algunos indicadores que permiten conocer lo importante de estar concienciado sobre este asunto serían, por ejemplo todas las bombillas de alumbrado público de un pueblo de 15.000 habitantes que verterían 176,4 gramos de mercurio, lo cual supondría contaminar tres veces el agua del lago Baikal que tiene una extensión de 706.431 m2. El mercurio afecta al sistema nervioso y neurológico de los mamíferos y los humanos. Por lo tanto, deberíamos de pensar qué hacemos con las bombillas y tubos que dejamos en los contenedores de basura.

Cada año se ponen en circulación en el mercado español 25.000 toneladas de productos de ofimática (fotocopiadores, faxes, impresoras, ordenadores, etc.), 1.500 toneladas de teléfonos móviles y algo más de 10.000 toneladas de pilas. Éstos son datos del 2.004, en la actualidad serían números todavía superiores.

Algunos de los componentes de este tipo de equipos son realmente tóxicos y contaminantes. Podríamos enumerar múltiples ejemplos, ya que se calcula que al menos hay veinte componentes metálicos susceptibles de contaminar peligrosamente.

Por ejemplo, el cobre, que representa aproximadamente un 7% y es muy utilizado para toda la electrónica por su gran capacidad de conductividad. Sin embargo es uno de los factores que provoca la lluvia ácida, junto con otros muchos impactos como son la alteración de la permeabilidad de la membrana celular, la reducción del crecimiento o la inhibición de la fotosíntesis.

El caso del plomo, que representa el 6% de la composición de la mayoría de equipos informáticos, puede provocar acumulación del mismo en los animales y personas, causando graves efectos en su salud por envenenamiento, e incluso la muerte por paro cardio respiratorio.

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Existe una legislación que intenta paliar estas consecuencias negativas para el medio ambiente y la salud, redactado en el Real Decreto 208/2.005, en el que se regula la obligación de los productores o importadores de este tipo de productos de hacerse responsables del reciclado de estos equipos una vez han cumplido su vida útil. Para que esto ocurra de forma controlada, se crea la figura de los llamados Sistemas Integrados de Gestión (SIG), los cuales se encargan de gestionar la tasa ecológica que pagamos los consumidores cuando adquirimos este tipo de equipos, siguiendo la máxima de la Comisión Europea de que “quién contamina, paga”.

La Fundación Eco-Raee’s, con sede en Valencia, pero con implantación en todo el territorio nacional, es uno de estos SIG y pretende con este artículo informar y concienciar a los ciudadanos para que ejerzan una acción responsable cuando se deshacen de dichos productos altamente contaminantes. Somos conscientes de que con el esfuerzo común podemos conseguir reducir la emisión de componentes peligrosos a la naturaleza.

El coste medio ambiental y económico de recogida de estos residuos es muy alto ya que los puntos de recogida son muy dispersos o no existen. Se hacen grandes esfuerzos por intentar acercar estos puntos al ciudadano, de la forma más eficiente posible, pero aún así, no resulta suficiente.

Invitamos a todos aquellos que han de deshacerse de estos residuos que los entreguen en los puntos de recogida de su zona, se harán un gran favor para con el medio ambiente, a ellos mismos y a las generaciones futuras.

Artículo publicado por:

José Ortiz

Director de Calidad y Medio Ambiente de la Fundación Eco-Raee’s