El 18 de mayo se celebra el Día Internacional de los Museos 2022, una fecha en la que se reivindica este tipo de espacios como lugares culturales en los que cualquiera puede contemplar y aprender sobre el arte y la historia.

Son un libro vivo y expuesto, con el que puedes ilustrarte cada vez que lo vuelver a releer, o en este caso, contemplar. Cualquier museo merece una visita, pero si se puede elegir, vamos a tener en cuenta aquellos que tienen dentro de su colección obras sublimes y universales, en las que se muestra la naturaleza de un modo único y especial.

«El jardín de Giverny» de Claude Monet (óleo sobre lienzo, 1900)

De este jardín, el pintor realizó varias obras. Se instala con su esposa en Giverny en 1883. Su obsesión con las flores, su belleza y su crecimiento, le motivó a arrancar los abetos rojos situados a la derecha del cuadro, ya que daban sombra a las flores y no crecían brotes nuevos.

Las discusiones con su esposa eran constantes por el diseño del jardín. Su ideal de jardín era más parecido a la naturaleza salvaje en la que el hombre ponía cierta racionalidad.

No eran los jardines formales franceses su fuente de inspiración, sino la libertad, la fondosidad y el libre albedrío de formas, colores y texturas. Monet tenís dos jardines, Le Clos Normand situado delante de su casa, y el de inspiración japonesa, en el que el hilo consuctor era el agua, situado al cruzar la carretera.

Se podría decir que podría decir que Monet fue el precursor del arte abstracto. De ahí que se pueda comparar con los paisajes de Vétheuil o de Sainte-Adresse.

Monet vendió el cuadro a Isidore Montaignac, después pasó al marchhante Paul Durand-Ruel, para finalmente quedarse como parte de la colección del museo de Orsay en París (Francia).

Claude Monet

«El jardín de Giverny» de Claude Monet.

«Antibes, la punta de la ilette» de Eugene Boudin (óleo sobre tela, 1893)

Después de ser el maestro de Monet, Boudin se acercó a Midi en Francia buscando nuesvos retos, nuevos lugares para pintar. Enamorado del cielo y del mar, no dudó ni un instante en retratar la punta de la ilette, situada en el cabo de Antibes.

Las pinceladas delicadas del cielo contrastan con las del mar, revuelto y con espuma. Las rocas del acantilado se enaltecen gracias a la densidad de la materia otorgada en cada pincelada, y una figura parece admirar la grandeza, la inmensidad del sobrecogedor paisaje. Podría ser un retrato esbozado del propio artista, quedando en un segundo plano frente al poder de la naturaleza.

Durand-Ruel, el marchante, compró la obra, pero por distintas vicisitudes viajó a Nueva York, Amsterdam, París, Londres… para finalmente ser comprada en la subasta de Christie’s en 1992 por un coleccionista privado por la cifra de 70.000 libras esterlinas.

Eugene Boudin

«Antibes, la punta de la ilette» de Eugene Boudin.

«La montaña Sainte-Victoire» de Paul Cézanne (óleo sobre tela, ca.1902-1906)

Un cuadro inacabado, ubicado en el museo Nelson-Atkins Museum of Art de la ciudad de Kansas en Missouri (Estados Unidos). Es quizás, de la montaña más retratada por el genio artístico en su ciudad natal. Un relieve que domina el espacio interior de Aix-en-Provence.

Cuando se hubo retirado a la Provenza francesa, Cézanne comenzó a interesarse por la montaña que contemplaba diariamente entre 1883-1884.

Ese pináculo aislado, es casi una similitud de su sentimiento de soledad. A diferencia de sus compañeros impresionistas, el artista comenzó su viaje hacia el cubismo y la abstracción.

Con unas formas simples como la esfera, el cono y el cilindro comenzó a construir una montaña a base de color y bloques de materia. su presencia inmutable y eterna conseguirá sobrevivir al paso del tiempo.

Paul Cézanne

«La montaña Sainte-Victoire» de Paul Cézanne. 

«Mujer en el huerto» de Camille Pissarro (óleo sobre lienzo, 1887)

Una obra del museo de Orsay en París (Francia), que se encuentra dentro de muchas que el artista danés dedicó a las labores del campo. La I´lle-de-France fue su hogar durante un largo tiempo, en el que pudo componer sus cuadros sobre sus paisajes, gentes, pueblos y jardines.

Aquí pinta esta escena diaria, en la casa que Monet tuvo que sufragar con su dinero, porque Pissarro no podía costeársela después de 30 años viviendo con sus siete hijos y su esposa en la pobreza.

Pissarro adopta el puntullismo de Georges Seurat, apesar de seguir siendo un impresionista puro. Su maravillosa técnica hace que quede un paisaje delicado y vibrante con la luz del sol en su cénit, en el que cada pincelada encaja como si fuera un puzzle, y la figura humana aparece en el mismo plano que el paisaje sin ser protagonista, desvaneciéndose en el color.

Camille Pissarro

«Mujer en el huerto» de Camille Pissarro.

«El Sena en Bougival» de Alfred Sisley (óleo sobre tela, 1872-1873)

El artista se trasladó a Voisins a principios de la década de 1870. Alrededor de esa zona habían estado muchos de sus compañeros, como Renoir y Pissarro en Louveciennes, o Monet en Bougival.

La luz de Sisley y de sus cuadros es tan característica, que nadie puede quedarse indiferente a esta obra, en la que domina las plantas y el agua, se introduce entre ellas y las eleva y destaca de forma sublime.

Sisley se fue con su caballete a esta zona más tranquila, lejos del bullicio de las barcazas que imperaba muy cerca de él. La esencia del mundo natural dominan sus paisajes, sin atisbo humano que lo estropeé.

El cielo es una gran bóveda que encuadra al resto. Sin cielo, Sisley, no sería el mismo. Sus cielos, con nubes o sin nubes son delicados y únicos, pero con ese ritmo, que parece que la atmósfera y el tiempo van en unos momentos a cambiar.

La presencia celeste es indiscutible y destinada a pasar a la posteridad. Es posible ver una cierta influencia inglesa en su obra pictórica que recuerda algunos otros artistas. Se puede encontrar la obra en el museo de Orsay en París (Francia).

El equilibrio, la tranquilidad y la perfección de su obra, a pesar de dejar muchas veces sus cuadros sin acabar, es realmente poesía transformada en pintura. Y a pesar de todo, Sisley no conoció el éxito en vida.

Alfred Sisley

«El Sena en Bougival» de Alfred Sisley.