¿Por qué el medio ambiente pasa inadvertido en los grandes congresos internacionales? En el G20 apenas se tuvo en cuenta y en la Cumbre de las Américas la atención ha estado centrada en las relaciones políticas entre los Estados Unidos y países como Cuba o Venezuela.

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A pesar de que el crecimiento y el desarrollo sean siempre objetivos primordiales en estos eventos, y de los serios avisos que relevantes organismos internacionales como la ONU ponen sobre la mesa, solo se aborda el futuro en términos económicos o mercantiles.

Únicamente se recurre al medio ambiente para quedar bien, para dejar constancia del hipotético progreso de la concienciación de la sociedad, pero no llega ni al nivel de telonero en estos espectáculos, se queda acaso en una mención en los agradecimientos. Para muestra, la tópica e ínfima mención de Enrique Peña Nieto, presidente mexicano.

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Los días 10 y 11 de abril de 2015 han sido testigos de la Cumbre de las Américas 2015, que se ha celebrado en Panamá, reuniendo a los 35 jefes de estado y de gobierno de los otros tantos países del continente y tratar cuestiones de importancia supranacional. ¿Entre ellos el medio ambiente, como en el G20? Exacto.

Tal y como ocurrió el pasado noviembre en el G20, el medio ambiente vuelve a ser el gran olvidado en un encuentro internacional al que asisten mandatarios de todo un continente, entre ellos el líder del mundo libre, Barack Obama. Acaso es que no hubiera problemas ambientales sobre la mesa, sin ir más lejos, la preocupante situación de la cercana Amazonia.

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Por si los líderes americanos no están seguros de cuál es la situación del pulmón del planeta, esta petición se encarga de recordárselo. Se trata de una propuesta para crear una vasta zona protegida en la selva amazónica de 135 millones de hectáreas, esto es, dos veces el tamaño de Francia.

Para lograr este objetivo, es necesaria la colaboración de los 3 países implicados. Colombia, Venezuela y Brasil y, de momento, solo el primero se ha mostrado dispuesto a apoyar el proyecto, por lo que la Cumbre de las Américas era un lugar idóneo para que los máximos dirigentes de estos países acercasen posturas.

José Manuel Santos, presidente del gobierno colombiano, acudió a Panamá con la intención de presentar a sus homólogos de los países vecinos un proyecto de corredor económico para proteger toda la Amazonia, desde los Andes hasta el Atlántico. La propia denominación del proyecto no anima a tomárselo como un verdadero gesto de protección ambiental.

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El problema es que los seres humanos y el medio ambiente no se llevan nada bien. En primer lugar, porque todas las afecciones, crisis, deterioros y pérdidas de la naturaleza son causados, o acelerados, por la actividad humana. En segundo, porque las reuniones de los máximos dirigentes internacionales suelen ignorar a nuestra Madre Tierra y centrarse en los problemas puramente humanos (a saber: economía, política…)

La Amazonia, el mayor bosque primario del planeta, ha perdido en las últimas cuatro décadas un 20% de su superficie, debido al comercio de madera y el avance de la agricultura y la ganadería. Su pérdida supone liquidar un ecosistema único, ninguna otra región de la Tierra alberga tanta biodiversidad como la amazónica, una riqueza que se originó hace 20 millones de años, con la formación de la cordillera andina.

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Su tamaño e importancia en la dinámica terrestre son tales, que acabar con esta selva modificaría el clima y el régimen hídrico de todo el planeta y asestaría un golpe letal a todas las acciones que se llevan a cabo para frenar el cambio climático. La Amazonia contribuye al equilibrio global tanto como las corrientes oceánicas o el hielo del Ártico.

En esta nueva reunión internacional, el foco mediático ha estado puesto en apretones de manos, esperadas instantáneas o acuerdos comerciales entre países. Nada de acuerdos históricos para preservar el futuro de la humanidad o alertas sobre el rumbo de la sociedad. Pero qué podíamos esperar, si ni siquiera las reuniones específicas sobre medio ambiente consiguen que se tomen medidas.

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