El 25 de mayo se celebra el Día de África, uno de los continentes más característicos del mundo, que los ciudadanos identifican por sus valores naturales, como los desiertos, la sabana, su fauna única y sus grandes ríos. Sin embargo, en los últimos años también se está identificando por los efectos del cambio climático sobre su riqueza ambiental.
Retos ambientales
África se enfrenta a numerosos retos que el cambio climático le está planteando. Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), la temperatura aumentó 0,7 grados centígrados en la mayor parte del continente durante el siglo XX y se espera que el crecimiento sea el doble de rápido a lo largo del presente siglo. Este desajuste está provocando fenómenos climáticos extremos, como la alternancia entre inundaciones y sequías, que dificultan el desarrollo tanto de los ecosistemas como de las poblaciones locales.
Precisamente uno de los objetivos prioritarios para las comunidades africanas es la seguridad alimentaria y esta imprevisibilidad de la meteorología no ayuda. Cada ciudadano debería tener acceso a una alimentación segura, nutritiva y en cantidad suficiente y los efectos del cambio climático sobre el continente no facilitan esta tarea, de forma que millones de personas están malnutridas o se ven obligadas a abandonar sus tierras en busca de un futuro mejor que, muchas veces, no logran.
Las peores consecuencias
Lo más triste es que las consecuencias que sufre el continente no son responsabilidad de sus habitantes, sino que sufren los actos irresponsables y descontrolados del Primer Mundo, los excesos de emisiones y contaminación que proceden de los países desarrollados. África contiene algunas de las comunidades que más respetan el planeta, tribus que viven en armonía con la naturaleza y que, sin embargo, se enfrentan a la pérdida de sus recursos naturales y la destrucción de sus hábitats. Un caso análogo del que sufre la selva amazónica.
Esta forma de vida, en consonancia con la Madre Tierra, hace a estos seres humanos estar más desprotegidos antes los fuertes cambios que se avecinan (sequías, inundaciones, malas cosechas, plagas), derivados de los excesos de las naciones ricas. Vivir según las leyes de la naturaleza hace que dependan directamente de ella, al igual que los animales o las plantas, y que estén completamente expuestos a sus designios, sin margen de maniobra para afrontar situaciones que ellos no han provocado.
¿Por qué debemos ayudar a África?
El Primer Mundo debe responsabilizarse de los problemas que afectan al continente derivados de la irresponsabilidad y la mala gestión de los países desarrollados. No se puede abandonar a la gente de África a su suerte cuando se enfrentan a situaciones que hemos provocado nosotros y para las que no están preparados.
Cuando una comunidad africana sufre una sequía extrema, una contaminación grave o una mala época de cosechas por culpa de los efectos del cambio climático, debemos ayudarles a salir adelante, a poder conseguir su propio alimento y su desarrollo. Un desarrollo que aún puede ir por el buen camino, de forma sostenible y ecológica, respetando los recursos naturales (los que quedan) y manteniendo su potencial natural de cara a las próximas generaciones.
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