Juan (nombre ficticio) nació en un pueblo de Murcia y ha pasado toda su vida cultivando. Proviene de una familia de varias generaciones de agricultores dedicados en cuerpo y alma a sacar los mejores productos de la tierra para alimentar a su familia y vender el resto de su producción, primero en España, y más tarde, exportando a Europa.

Él, como muchos otros campesinos de la comarca y de la vecina Almería, están viendo desde hace décadas como su provincia está desertizándose a pasos agigantados. Pero es algo que no sucede solo en esta parte de nuestro país, sino que según cuenta, en la mayor parte del territorio español está sucediendo lo mismo. Así lo atestiguan numerosos agricultores de otras regiones, que han hablado con él.

Si algo sabe este hombre, que está a punto de jubilarse (aunque seguirá haciendo lo que más le apasiona después de ello), es de cielos, al igual que muchos hombres y mujeres que llevan toda la vida mirando hacia arriba para ver el tiempo que depara a sus cosechas. Bueno, de cielos y de nubes, porque van íntimamente ligadas a la predicción de lluvias o viento.

«Las nubes ya no son lo que eran», me habla con cierta nostalgia de tiempos pasados cuando, a pesar de ser una zona con pocas precipitaciones anuales, no tenían problemas para poder cultivar, como está sucediendo en la actualidad. Continúa su descripción: «hay días en los que el cielo, en vez de parecer un cielo, parece una cuadrícula, de la cantidad de aviones que van dejando estelas. Unas estelas que no se desvanecen, como los aviones normales, sino que perduran en el cielo y terminan extendiéndose, y formando un cielo blanquecino. Cuando parecía que iba a caer un buen aguacero por las nubes oscuras que aparecían en el horizonte, sobrevuelan los aviones, y adiós lluvia».

Cielo

Nubes del siglo XXI.

Este agricultor lo dice con un nudo en la garganta, porque sabe que de ello depende su vida, así como el de miles de familia en toda España. Juan sigue narrando lo que puede comprobar a diario por estas tierras: «El cambio climático es provocado por esos aviones, y nos quieren hacer creer, que somos nosotros los malos consumiendo combustibles fósiles. ¿Y eso que sueltan los aviones, eso no es tóxico y nocivo para las personas y el medio ambiente? Nos están tomando el pelo, pero lo peor es que nuestros impuestos están sufragando todo esto. Nos están aniquilando con nuestro propio dinero. Un plan perfectamente diseñado para que la gente caiga en la trampa».

«Se están creando nuevos tipos de nubes, lineales que parecen estar hechas por una regla, pero también cuadradas. Son aquellas que se forman hasta la zona en la que han dejado de realizar las fumigaciones», continua disertando el agricultor con molestia.

En la facultad, mis profesores de Geografía, ya apuntaban hace 30 años a que España se terminaría convirtiendo en un desierto, exceptuando la zona norte, pero parece ser que se va adelantando la cuestión por otras razones, que tienen más que ver con la ingeniería climática de la que existen numerosas patentes en todo el mundo desde el siglo pasado.

Juan es una de las víctimas de esta situación, porque necesita el agua para su trabajo. Recordemos que el agua es vida. Sin agua, no hay vida. Pero no hace falta pensar mucho, para darse cuenta que si eso es así, esas nanopartículas de metales que expulsan los aviones en las estelas están llegando al agua que consumimos, a los alimentos que comemos. Pero solo unos análisis específicos podrían dar resultados en los que se apreciase la contaminación, ya que en unos normales no aparecerían ni la cantidad, ni el tipo de metal.

Lechugas

Lechugas de huerto.

Este campesino al igual que muchos de su colectivo, comienzan a preguntarse para qué necesitan hacer esto: «Quieren establecer impuestos a todo. Nada va a ser gratis. El nuevo impuesto va a ser al agua. Pagaremos más, por menos. Solamente hace falta dos cosas, que te enfermen y que hagan caer en la miseria a la clase media. De esta forma, solo habrá ricos y pobres. Pero haciéndote creer que eres libre y estás en una democracia, pero dando la casualidad, que tú jamás has opinado nada sobre ello, ni dado tu voto».

Así, explica alertándome: «Cada vez hará más calor en nuestro país, y tendremos una población muy enferma, pero no será un cambio de la temperatura de la Tierra natural, como ha sucedido en otras eras, sino directamente diseñado por las élites y multinacionales que dominan el mundo a su antojo».

Este hombre y sus compañeros están cansados de que nadie les de una explicación lógica y coherente. «Han denunciado y siguen denunciando cada fechoría que aprecian. No tienen miedo», me cuenta consternado,  aunque no quiere que se vea su rostro públicamente, pero también sabe que no está solo, y muchos ciudadanos están comenzando a hacerlo igual que él, cuando comienzan a ver cada amanecer los aviones sobrevolando sus casas. «Esto lo podemos parar entre todos, si la población comienza a darse cuenta de lo que nos viene encima si nos quedamos de brazos cruzados. Los políticos no hacen nada, porque nos les interesa. Están todos involucrados», concluye Juan.