Seguramente no sabrás que se ha autorizado en España el consumo de insectos en alimentación. Muchas marcas ya lo están comercializando, y es posible que ya incluso los hayas probado, sin saberlo.

Escarabajos y grillos en nuestra mesa

El polvo de las larvas de Alphitobius diaperinus (escarabajo del estiércol) y de Acheta domesticus (grillo doméstico) son los que pueden aparecer como ingredientes de panes, bollería, galletas, harinas, salsas, bebidas, chocolates, aperitivos, pizzas, sopas, y un largo etcétera, que podría resumirse en «prácticamente todo tipo de alimento».

La única forma de saber lo que estás comiendo es leyendo todos los ingredientes con lupa, porque ya sabemos que en muchos productos comercializados, sus ingredientes son ilegibles a simple vista. De ahí, lo de llevar la lupa.

Foto de Captures of mine

Ejemplar de grillo.

¿Alimento del futuro?

Al parecer, según algunas investigaciones, constituirían una fuente de proteínas barata y sostenible. «El alimento del futuro», según algunos expertos, porque se reproduce fácilmente y es asequible su producción. Eso opinan los que están de acuerdo con esta nueva forma de nutrición, que por supuesto como en el resto de las comunidades científicas, no es algo unánime.

Quiénes opinan en contra de esta tendencia futurista, se basan en que pueden desarrollarse alergias o intolerancias, además de parásitos. Realmente, no sabemos si ha habido una suficiente investigación pormenorizada para dar por válido que todas las personas puedan incluirlo en sus dietas, y que sea sano y seguro.

Por no hablar, de cómo se criarán esos animales, y las posibilidades de crear una plaga en el lugar en el que se ubiquen las granjas de insectos.

De mitos sobre alimentación y nutrición, los que tenemos una edad, ya sabemos cómo van estas cuestiones, por modas o porque hay unos intereses económicos creados de cara al consumidor. Para eso siempre se pueden pagar informes científicos que digan lo que uno quiera, y publicidad televisiva para que nos acompañe el mantra desde que nos despertamos hasta que nos acostamos, hasta que lo aceptemos como algo normal. 

Si la transparencia fuese la tónica general, otro gallo cantaría, pero no suele ser lo común en estos casos.

Ya observé en las estanterías de algún hipermercado unas pequeñas cajas con estas delicatessen hace ya más de un año, promovidas por una marca que tuvo que retirar todos sus excedentes en vista del éxito obtenido con la campaña.

Tradición cultural en muchos países

Es cierto, que muchas tribus indígenas los comen como alimento cuando no tienen algo más grande que llevarse a la boca, y por cultura en México, e incluso en muchos países africanos. Al igual que en países en vías de desarrollo del sudeste asiático optan por este tipo de animales, precisamente, porque no pueden acceder por motivos económicos a otro tipo de proteína animal, la mayor parte de las veces.

Insectos

Termitas devorando una mariposa.

Pero por esa misma razón, podríamos comenzar a incluir en nuestros platos algas marinas, de las que muchas especies tienen un alto índice proteíco, contando que tenemos en nuestro país mares y océanos a nuestra disposición, o seguir con nuestra dieta mediterránea a base de legumbres, una proteína vegetal, que es muy saludable y de km 0.

Aún así, cualquier alimento nuevo que durante generaciones nuestros ancestros no lo han consumido, es posible que pueda producir algún tipo de intolerancia o alergia, como está sucediendo con las harinas de yuca o tapioca, entre la población europea, que en la actualidad, se incluyen en muchos productos de alimentación.

De la misma forma, muchas personas que provienen de Centroamérica y Sudamérica tienen intolerancia a la leche de vaca, porque su organismo no está acostumbrado a tomar este tipo de alimento. Hay muchos ejemplos similares al respecto. Por ello, precaución.

Estudios y sondeos a la población

Ya ha comenzado la temporada de encuestas y estudios al respecto. Así, 1.034 personas han participado en la encuesta sobre el consumo de insectos de la UOC, que se ha publicado en MDPI.

Una inmensa mayoría, el 86%, responde que nunca ha comido insectos, y solo un 13% los ha probado. La principal razón que aducen para no consumir insectos es el asco (38%), seguida por la carencia de hábito (15%), las dudas sobre su seguridad (9%) o razones culturales (6%), entre otras.

La reticencia a comer insectos también se pone de manifiesto cuando a los encuestados se les plantea si estarían dispuestos a incluirlos en su dieta habitual. Solo un 16% responde que sí, mientras que un 82% asegura que no lo haría. También una mayoría, el 71%, afirma que no cocinaría insectos en casa, mientras que un 28% contesta que sí.

Preguntados sobre si ofrecerían platos con insectos en un restaurante, el 73% dice que no, mientras que un 25% responde positivamente. La mayoría, un 81%, opina que el público general no recibiría bien platos con insectos, pero un 16% cree que sí.

La idea de este estudio es sondear a la población mediterránea sobre lo que opinan al respecto, y así obrar en un futro próximo, según se desprende de su resumen. Con el tiempo, veremos cómo será el desenlace.