Debemos desahuciar la idea de la oposición entre humanidad y naturaleza, porque somos un conjunto de relaciones intrínsecamente unidas mediante la vitalidad. Un dualismo artificial existente e impuesto desde hace cientos o miles de años (según las culturas).

Ese procomún es un conjunto de relaciones sociales en distintos campos: existencial, económico y ecológico. Por lo tanto, ese vínculo es material y experiencial al mismo tiempo.

Bienes comunes del planeta

Los bienes comunes se crean mediante intercambios de los agentes vivos recíprocos y con una cocreación mutua, como acierta a definir el filósofo y biólogo Andreas Weber en su libro Vivificar. Una poética para el Antropoceno, publicado por la editorial Kairós. Habiendo trabajado como periodista para publicaciones como Die Zeit, GEO, Merian y Greenpeace Magazin.

Vivificar

Portada del libro «Vivificar. Una poética para el Antropoceno» de Andreas Weber.

Cultura del control

Un ensayo en el que pone de manifiesto una visión diferente a la que se suele tener sobre la naturaleza y el planeta donde vivimos, así como nuestra idea de control absoluto sobre ellos, que simplemente es una ficción, porque la naturaleza es incontenible, y su autoorganización dista mucho de poder someterse a los dictados del dominio, más bien se trata de una cooperación poética de deseo de conectarse entre sí con la necesidad de sobrevivir.

La vitalidad afecta a todo el cosmos, y es en realidad un espejo donde podríamos mirarnos o sentirnos identíficados, ya que es creativa y subjetiva. Se mueve por un deseo inherente de conexión, autorealización y transformación, que esté en nosotros y en todos los procesos sociales y biológicos.

La cultura del control a traves de la economía, dividiendo los recursos que se comercializan y los individuos que se encargan de ello, tiene los días contados, porque el mundo no mejora a través del control, sino a través de la participación, promulga en el volumen el autor, que estudió en Berlín, Friburgo, Hamburgo y París; doctorándose en filosofía en el 2003 con la tesis «La naturaleza como significado. un intento de teoría semiótica de lo vivo».

Todo intercambio tiene varias caras, una dimensión material (exterior) y una existencial (interior), y ese proceso transfiere un significado que experimentamos mediante nuestras emociones como seres humanos, pero también las plantas, los animales…De ahí la importancia de reconciliarnos con el cosmos y el devenir natural.

Nueva visión del Antropoceno

Existiendo la posibilidad de fracasar, también exitirá el anhelo de triunfar o florecer, como aclara Weber cuando trata de ampliar nuestras miras y abrirnos a otras opciones no tan reduccionistas, sino teniendo presente la poética que subyace en el mundo. Por eso, propone una nueva visión del antropoceno como una reconciliación vital entre el hombre y la naturaleza.

La individualidad de cada ser en sus diferentes planos ( físico, social y simbólico) solo puede surgir a través de un bien común biológicamente compartido y culturalmente comunicado. De esta forma, la identidad es un bien común. Todas las estructuras animadas presentan ese patrón de conexión.

Ecosistema

Todos los ecosistemas están interconectados, así como todos los seres que lo conforman.

Los proyectos verdaderamente sostenibles, a largo plazo, son aquellos que satisfacen  a todos sus participantes de forma multidimensional.

La vivificación puede servir de palanca para el cambio, porque invita a los ciudadanos a realizar algo fuera de su mapa de control centralizado, dirigido por expertos; pero que tenga sentido en términos humanos mediante recompensas o satisfacciones personales incalculables.

Expresión poética de la vida

Por lo tanto, el sentimiento debería de estar en el centro de la cultura de vida ya que es nuestra conexión con el resto del mundo. Todos los seres participan de la misma forma de sentir. Todos los organismos son una expresión poética de la vida.

Solo podemos ser subjetivos, siendo objetivos. No se puede probar la objetividad poética con experimentos controlados reproducibles, al igual que una obra de arte nos engancha y no existe un razonamiento científico para demostrarlo, porque es una prueba encarnada de una implicación emocional.

Theodor W. Adorno, lo resume diciendo que el arte digno de su nombre no copia los objetos de la naturaleza, sino que sigue su proceso profundo de despliegue creativo, libertad y «no identidad». La cultura humana no puede controlar, ni diseñar la naturaleza como un objeto pasivo e inerte, solo tiene que dar la continuación al principio de que haya vida.

La objetividad poética de la que habla Andreas Weber en el libro, transforma la inanimada visión desde fuera (racionalidad empírica) en una experiencia desde adentro (subjetividad empírica). Quizás la mejor perspectiva es la que nos ofrece el ecofilósofo Aldo Leopold: » Solo la montaña ha vivido lo suficiente para escuchar objetivamente el aullido de un lobo». 

El mayor grado de altruismo se resume en su frase, ya que considera al mundo desde la perspectiva de la totalidad ecosistémica y no desde el punto de vista de mi propio mundo exclusivamente.

El filósofo y biólogo Andreas Weber ha pretendido en esta obra, abrir nuestros ojos a otras versiones de la realidad que constituye el mundo y todo lo que nos afecta como especie en esta era geológica, denominada Antropoceno, que solamente podremos comprenderlos al ser percibidos y refejados por otras vidas, para entender la nuestra.