Estamos viviendo en estos tiempos un cambio trascendental en la concepción del modo en que la industria energética debe formar parte de nuestro día a día.

Nunca antes la preocupación por el medioambiente y el temido cambio climático que estamos provocando había sido tan evidente, ni se había materializado en una toma y fijación de compromisos y objetivos por parte de los gobiernos.

Sin ir más lejos, en la reciente Cumbre de Seúl se ha alcanzado el compromiso de lograr una recuperación más verde, así como avanzar hacia la meta de la neutralidad en la emisión de carbono, y aunque estos acuerdos suelen quedarse en papel mojado con gran facilidad, al menos en esta ocasión la propia cumbre ha predicado con el ejemplo, ya que al haberse desarrollado principalmente de forma telemática el planeta se ha ahorrado las descomunales emisiones de gases de efecto invernadero que conlleva transportar a decenas de líderes mundiales con sus séquitos incluidos.

Siglo XXI; la realidad del gas, del carbón y del petróleo

Alternativas sostenibles para la movilidad

En los últimos meses casi todos hemos oído hablar del hidrógeno verde, y de las elevadas inversiones que se están realizando para implementarlo, como alternativa limpia, a las clásicas energías contaminantes. Sin embargo, su uso parece tener ciertas zonas oscuras y algunos dudan que suponga la panacea que nos han hecho creer, puesto que, aunque es cierto que al quemar H2 no se produce CO2, la realidad muestra que su producción tardará en ser competitiva al menos una década. Tiempo que no podemos permitirnos perder estando la situación climática en el estado en que está.

Además, según han denunciado las organizaciones no gubernamentales Corporate Europe Observatory (CEO), Food & Water Action Europe y Re:Common, el lobby del gas estaría presionando a Bruselas para financiar a través de fondos públicos toda la I+D requerida para que la producción de hidrógeno verde sea competitiva.

La conclusión del informe es que el hidrógeno verde supone un negocio alternativo para el lobby del gas que, habiendo perdido en su lucha contra las renovables eólica y fotovoltaica, continuaría dando uso a sus infraestructuras a través de él y los autores del informe plantean alternativas para lo que consideran «burbuja del hidrógeno».

Y no son los únicos en cuestionar su uso, pues según el estudio publicado en Alemania en la revista Nature Climate Change, la electrificación supondría una mejor opción tanto para la calefacción doméstica como para los vehículos debido al desperdicio de energía que supone la creación del hidrógeno, el e-combustible y su posterior quema. En los vehículos, la utilización de e-combustibles requiere cinco veces más electricidad que la que se necesita para los que basan su funcionamiento en baterías.

Pero, ya sea por los intereses del lobby del gas o por otras razones, a pesar de todo, esta nueva fuente de energía se está perfilando ya como un elemento clave para la descarbonización del sector del transporte, además de la electricidad y los ecocombustibles, aunque sin duda será necesario contar con los recursos necesarios para su producción. Quizá encuentre su momento en un entorno multienergía, aunque tal vez no en el corto plazo y en sectores más difíciles de descarbonizar -industria pesada, aviación y transporte de mercancías a media y larga distancia-.

Qué supone la transición energética para el petróleo

Es muy probable que los futuros de petróleo vayan a seguir siendo durante las próximas décadas uno de los activos más negociados en los mercados financieros -aunque los traders deben conocer los altos riesgos de operar apalancados- ya que a pesar de que la revolución verde ha supuesto un boom en cuanto al interés en invertir en energías renovables -quizás dando por hecho el pronto final del combustible contaminante-, según la OPEP esto no estaría tan claro. Es más, en su estimación para el 2045 la demanda mundial de petróleo aumentaría hasta los 99,5 millones de barriles al día ¿Deseos propios del wishful thinking propio de países que viven de exportar petróleo? Podría ser, pero todo apunta a que no, ya que el acceso de miles de millones de seres humanos a la clase media -principalmente en Asia- necesariamente aumentará la demanda de combustible, aunque los países más desarrollados estén volviéndose más sostenibles.

Lo cierto es que adivinar lo que sucederá con el precio del petróleo no es posible, pues es un terreno donde existe mucha incertidumbre, pero a pesar de que aún le quede bastante recorrido a las energías fósiles, lo ideal sería realizar una transición justa y adecuadamente planificada al tiempo que se utilizan todas las tecnologías disponibles que mejoren la eficiencia y el ahorro energético.