Hoy, 25 de mayo, celebramos el Día de África 2018. Una fecha conmemorativa que nos sirve para prestar más atención al denominado continente negro. Sus desigualdades sociales, políticas o económicas, podrían ser el reflejo de los diferentes paisajes que la componen: desde el extenso y cálido desierto del Sáhara, siguiendo por el Kalahari o el de Namibia; pasando por las montañas del llamado macizo etíope, y terminando por el delta del río Okavango, la selva del Congo o las islas Seychelles e incluso la enorme Madagascar.

Elefantes africanos en el Parque Nacional del Serengueti.

África y sus mil y una caras

Esa multiplicidad le dan un atractivo fuera de toda duda. Quizás no hay comparación con ningún continente en ese aspecto, se lleva la palma de oro. El exotismo, el misterio y su naturaleza salvaje sigue dejando noqueados a quienes la visitan. Los primeros exploradores que pisaron esas tierras debieron quedarse boquiabiertos ante el espectáculo natural, ese color y ese aroma que destila traspasa las imágenes que aún nosotros podemos vislumbrar. Cualquier película, de las primeras que se rodaron allí, nos muestra unas tierras vírgenes y unos espacios que aún hoy nos siguen pareciendo de otro mundo. 

La filmografía que tiene como escenario África es muy extensa, por poner algunos ejemplos de todos los tiempos tenemos: La reina de África, Mogambo, Las nieves del Klimanjaro, Memorias de África, Gorilas en la niebla, Los dioses deben estar locos,  El cielo protector, Invictus, Diamante de sangre, Timbuktu y El médico africano. Y aún así no ilustran de toda su belleza, aunque se aproximan. Se dice que allí se puede disfrutar de los mejores amaneceres y atardeceres del mundo, y no creo que sea un bulo, según he podido comprobar al contemplar las diversas instantáneas. De hecho, sigue siendo uno de los lugares más visitados para rodar películas, documentales o reportajes de moda, por ejemplo.

 

Atardecer africano.

 

Sus parques y reservas nacionales merecen más de un viaje. Hay animales y plantas que solamente tienes la oportunidad de verlos una vez a lo largo de la vida, y ese tipo de momentos ocurren aquí, según la suerte o el destino, dicen algunos. Sus leyendas, su gastronomía y su cultura son punto y aparte, una aventura en toda regla si te apasionan los desafíos. Solamente hay que echar una ojeada a la cantidad de espacios y restos que forman parte de la selecta lista considerada como Patrimonio de la Humanidad, como el arte rupestre africano o la Reserva Natural Integral del Monte Nimba en Costa de Marfil, Guinea.