A medida que se acerca la temporada de Navidad, tenga en cuenta que comprar algo nunca lo hará feliz. Puede elevar su espíritu durante unas horas, tal vez incluso un día o dos, pero al final (especialmente el verdadero final) sus amigos, familia, y sus experiencias humanas son en realidad todo lo que tiene.

El último viernes del mes de noviembre se celebra el llamado «Black Friday» (Viernes Negro). Una oda al consumismo masivo que nubla a la gente frente las puertas de los comercios y llena las cestas virtuales de la compra de artículos que jamás habríamos soñado comprar.

Cuanto más consumas, menos vives - Feliz Día SIN Compras

Cuanto más consumas, menos vives – Feliz Día SIN Compras

Así que este año, en un momento clave en la historia de la humanidad en que el calentamiento global está poniendo en peligro la vida en el planeta, ¿por qué no hacer algo tremendamente diferente? ¡Ignorad el Viernes Negro! Si bastantes de nosotros hacemos eso, cada uno a su manera, podríamos estar en camino a la temporada festiva más feliz que jamás hayamos tenido.

¡Cierra la cartera y el monedero, corta las tarjetas de crédito y rechaza el impulso de ir de tiendas! ¡Es hora de celebrar el Día sin Compras!

Únase a millones de personas en 60 países este viernes 24 de noviembre para una celebración mundial de la vida a la ligera en el planeta.

Luego, cuando entremos en la loca temporada de compras navideñas, ¿por qué no unirse al movimiento mundial para recuperar la Navidad: ¡Reúna a su familia y decida celebrar la Navidad de manera diferente este año!

Si va a comprar, compre local, compre de manera responsable, y ¡no te dejes absorber por la máquina consumista del «Black Friday»!

Oración Anti Black Friday

Escrito por @AntonioRevert en diegocontralaoscuridad os mostramos una oración anti-consumista para celebrar el Día sin Compras:

Dios de los perfumes caros: derrama sobre mí en este día la euforia de acaparar sin medida.

Ayúdame a escoger con acierto qué cosa de las que no necesito para nada, debo hoy hacer mía.

Haz caer sobre mi lomo doblegado de anónimo currante el gozo de las migajas de los ricos: para que algún día pueda ser como ellos.

Ten misericordia, oh dios: permíteme emular, remotamente siquiera, la vida lujosa del futbolista que marcando goles me da la fuerza para seguir adelante.

Que tu espíritu guíe mis pobres manos hasta la prenda de ropa que adquiriré, pensando en gustar al prójimo: aunque yo siga despreciándome. Sin conocerme siquiera.

Bendice las pequeñas manitas lejanas del niño esclavo que fabricó los trigésimos pantalones de mi armario.

Da tu fuerza a las dependientas de las tiendas de ropa: para que me sonrían hoy a pesar de su sueldo de miseria y me hagan sentir especial.

Guarda algo de fuerza también para mis piernas: que jamás desfallezca yo, por muy larga que sea la cola hasta la caja registradora.

Que mi inseguridad y mis miedos vuelen con mis compras de hoy.

Que tenga siempre ante mis ojos la publicidad suficiente para no pensar nunca demasiado.

No me dejes caer en la tentación de abandonar este sistema y llevar una vida más simple y austera, sin ambicionar poseer cosas y personas.

Aleja de mí las noticias sobre pobreza, porque me ponen triste. Ayuda a esos países para que algún día puedan ser maravillosas sociedades de consumo como la mía.

Y acógeme en tu seno, cuando ya no me quede nada que codiciar.

Abrázame llegado el día, en un inmaculado salón, dentro de un anuncio de Ikea.

Que mi cuerpo descanse entonces, y pululen bellísimos niños escandinavos, cantando tu gloria.

Amén.