Supongo que alguna vez habrás visto algún documental sobre naturaleza o habrás leído el resultado de alguna investigación o descubrimiento científico que te ha dejado asombrado. Todo un mundo que a nuestros ojos resulta inabarcable, y que necesitaríamos más de mil vidas para llegar a conocer una undécima parte de aquello que nos rodea. Tal es su complejidad y su variedad, que aunque cada persona que existiese en la faz de la tierra se dedicara en exclusiva a lo largo de su vida a explorar, comprender y asimilar una milésima porción; aún quedaría casi todo por descubrir.
Muchas veces observando este tipo de reportajes en televisión, me hago siempre la misma pregunta, ¿son verdaderamente útiles? Es decir, además de desplegar toda una serie de artilugios por los confines del planeta, y contar con un presupuesto y un equipo humano extenso; y por supuesto con algún tipo de financiación suntuosa; el intentar plasmar en una cinta la vida de alguna de estas especies animales o vegetales, no siempre es beneficiosa precisamente para los protagonistas.
La realidad que aparece en esas películas no es tan bonita como la pintan. Lo que está claro y que ya sabemos, es que para rodar cinco minutos, puede que haya estado un equipo multidisciplinar (incluidos naturalistas) durante semanas o meses en ese mismo escenario tratando de captar esos maravillosos momentos. Pero, ¿y lo que han dejado tras su paso? Me refiero a todo el estropicio que han podido causar en el ecosistema tanto en el agua como en la tierra, por mucho que se hayan esforzado en no hacerlo. Y además, se supone que para grabar no habrán recurrido a técnicas poco “legítimas” intentando atraer la mirada del actor en cuestión. Las “malas lenguas” cuentan que incluso “servirle” la comida casi en bandeja. Al igual que el colocar determinados aparatos a cada uno de esos seres para “controlar” su situación en el mapa. Esa basura electrónica puede que llegue a partes del globo a las que el ser humano nunca ha llegado. Eso sí, ya habremos dejado allí nuestra huella para la eternidad, ¿o es que alguien se va a dedicar a ir recogiendo cada cacharro de cada espécimen geolocalizado cuando se mueren o se pierde la señal por causas desconocidas?
Otro tema es la incursión de equipos especializados que se dedican a recoger plantas para trabajos científicos de laboratorio con fines farmacéuticos o médicos, pero nos encontramos con la misma cuestión: ¿hasta que punto es realmente beneficioso o perjudicial? Es beneficioso para encontrar nuevos medicamentos, pero si por ello se deforesta todo un hábitat, no es nada honesto. Si se pensase en trasladar ese tipo de cultivo a otros lugares para producir medicinas, ¿sería más loable o también resulta poco ecológico? Es un dilema que habrá ir solventando con mesura y mano izquierda.
Todo tiene sus pros y sus contras, y este tipo de actividad no iba a ser menos. Lo positivo es que esa investigación sirve para desarrollar planes de protección eficaces, sin conocer a fondo la vida de cada individuo sería prácticamente imposible salvaguardarlos de la extinción en la mayoría de los casos por causas humanas, aunque pocos están por esa labor. No sé si las generaciones venideras podrán proteger todos esos recursos naturales que se nos estén escapando de las manos, sin duda alguna nos queda un camino largo, estrecho y tortuoso en lo que se refiere a esta “conciliación” natural.
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