Llegó puntual a su cita con el hemisferio norte, como cada año. Así lo hizo ayer la primavera. Viene para instalarse, y maravillarnos con su colorido y su particular inestabilidad durante más de noventa días.

En muchos lugares ya ha comenzado a florecer y provocar algún que otro estornudo, aún así nos brinda unos paisajes sin igual, salpicados de brillantes amarillos, violetas, rojos o verdes a lo largo de todo el mundo.

Cambiamos de estación y comienza la cuenta atrás hacia algunas de las floraciones más bellas.

Valle del Jerte

 

Valle del Jerte, Cáceres (España)

En España, el valle cacereño del Jerte es uno de los parajes primaverales por excelencia. Según las predicciones actuales la floración de los cerezos este año se producirá a finales de marzo y principios de abril, y durará tan sólo diez días.

Con el comienzo de la primavera empieza una actividad incesante de rutas, exposiciones y cuentacuentos mientras llega el esperado momento de máxima floración. Cuando llega a su máximo esplendor, recorrer el Valle para ver y vivir la explosión de aromas y colores se convierte en una de las celebraciones de mayor interés turístico nacional.

Con la caída de las flores, a finales de primavera, comienza el espectáculo de árboles cuajados de frutos maduros.

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Keukenhoff y Haarlem (Holanda)

Holanda es mundialmente conocida por sus flores, de hecho tiene la mayor subasta de flores del mundo en Amsterdam. El tulipán es la flor más significativa del país por su gran extensión y colorido.

El parque de Keukenhoff, es uno de los enclaves más espectaculares del mundo donde ver este tipo de floraciones. Abre sus puertas durante desde el comienzo de la primavera hasta el 18 de mayo, meses en los que se puede disfrutar de 32 hectáreas con más de cuatro millones de tulipanes de un centenar de variedades diferentes, junto a otras especies bulbosas como los jacintos y los narcisos.

Los holandeses como buenos impulsores del uso de la bicicleta permiten que el parque se recorra en bicicleta.

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Santuario de Yasukuni, Tokio (Japón)

La devoción de la cultura japonesa por lo efímero y lo bello se aprecia en la flor del cerezo -sakura, en japonés-, de pétalos blancos o rosáceos con apenas dos semanas de vida entre marzo y abril. Entre los destinos para disfrutar de estos cerezos se encuentran en los parques de Tokio, Osaka, Kioto, Nagoya, y en especial en el Santuario de Yasukuni de Tokio.

Como ocurre con el valle del Jerte su periodo de floración puede variar en función de la climatología, y tampoco dura más de 10 días.

El entusiasmo de los nipones por estos árboles llevó a que en 1982 el alcalde de Tokio donase 3.000 cerezos japoneses a Estados Unidos. Hoy flanquean los monumentos y riberas del río Potomac en Washington, que cada año celebra su Cherry Blossom Festival, el festival de los cerezos en flor.

Provenza

Provenza (Francia)

La primavera provenzal tiene aquí su origen, en la villa medieval de Grasse, a 50 kilómetros de Niza y 190 de Marsella. En la cuna de la perfumería, dicen que se respira un aire diferente en primavera, tal vez sea por lo que se hace de rogar aquí sus floraciones. La flor estrella de esta región, la lavanda, se cultiva por hectáreas y se demora hasta junio ofreciendo un mar morado de espectacular olor.

Todas las primaveras se organizan diferentes rutas para recorrer los campos y sentir los aromas a lavandas y disfrutar de sus vistas.

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Mojave, California (EE UU)

El desierto californiano de deja de serlo por unos meses, tras las lluvias primaverales, para convertirse en un campo de amapolas de tonos anaranjados. Dando lugar a lo que se conoce como la reserva de amapolas californianas de Antelope Valley, con una superficie de más de 700 hectáreas y una red de senderos para recorrerla a pie.

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Umbría y Toscana (Italia)

En Umbría y la vecina Toscana, un paisaje de cipreses y amapolas, que alcanza su esplendor en mayo. Cuando los campos de amapolas florecen al lado del trigo y se aprecia un espectacular contraste de los campos donde el verde intenso de la planta del trigo se mezcla con el rojo de las amapolas.

 

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Valle de las Flores (India)

El Valle de las flores, en el Himalaya indio, forma parte del parque nacional de Nanda Devi. Declarado como patrimonio de la humanidad, sus prados alpinos son el jardín privado de osos tibetanos, leopardos de las nieves y ciervos almizcleros, que campan a sus anchas entre orquídeas, amapolas, prímulas, caléndulas, margaritas, anémonas, abedules y rododendros.

 

Belleza primaveral gracias a la evolución

La belleza que esta estación ofrece no es casualidad, “las flores se encuentran dentro de las producciones más hermosas de la naturaleza para que puedan ser vistas fácilmente por los insectos”, así lo expresaba Darwin en su obra El Origen de las Especies. Tras sus observaciones, llegó a la conclusión de que “si los insectos no se hubiesen desarrollado sobre la faz de la Tierra, nuestras plantas no se hubieran cubierto de bellas flores y hubieran producido solamente flores tan pobres como las que vemos en el abeto, el roble, el nogal y el fresno, y en las gramíneas, espinacas, acederas, y ortigas, que se fecundan por la acción del viento.”

Esta relación de mutualismo entre flores y polinizadores ha dado lugar a que hoy podamos gozar de una estación primaveral tan colorida en diferentes lugares del mundo y que podamos disfrutar de una gran variedad de alimentos. Por tanto proteger las especies polinizadoras, es sinónimo de proteger el medio natural y garantizar la viabilidad de los recursos agrarios y ganaderos.