El próximo 17 de junio se celebra el Día Mundial contra la Desertificación y la Sequía 2022, una jornada en la que se pretende recalcar la importancia del agua en la Tierra.

¿Qué es la aridez?

El término aridez está relacionado meteorológicamente con la disponibilidad de agua, y se proponen muchas técnicas diferentes para definirlo con precisión.

El índice de aridez (AI) es un indicador numérico simple, pero conveniente de la aridez basado en los déficits hídricos climáticos a largo plazo y se calcula como la relación P (Precipitación)/PET (Evapotranspiración).

Utilizando el AI, se clasifican seis subtipos de tierras áridas o secas: frías, hiperáridas, áridas, semiáridas, secas subhúmedas y húmedas.

Agricultura

Cada vez nos encontramos con más campos de cultivo que necesitan más cuidados a falta de agua.

Cómo se produce la desertificación

La desertificación es un proceso que ocurre a grandes escalas espaciales, como un paisaje o toda una provincia en un país de tierras secas.

España, por ejemplo, es el país más afectado a escala europea (alrededor de un 75% de su territorio presenta este problema).

A escala de campo, la cuantificación de la cantidad real del daño causado por procesos de degradación de la tierra, como la erosión hídrica y eólica, es difícil debido a los cortos períodos de medición, que pueden conducir a muy pocos o demasiados eventos extremos, errores de medición en las técnicas aplicadas, y efectos de escala espacial que dificultan la generalización de los resultados.

A pesar de estas incertidumbres, muchos estudios han publicado serias tasas de pérdida de suelo causadas por el viento: erosión y erosión hídrica, pérdidas de nutrientes y formación de costras en la superficie.

Desertificación y agricultura

Generalmente, esos estudios presentan una imagen sombría de muchos entornos de tierras secas, especialmente aquellos donde los pequeños agricultores cultivan y crían ganado usando pocos insumos.

Esto plantea la cuestión de cómo los agricultores han sido capaz de hacer frente a esta grave degradación. La respuesta a esta pregunta puede buscarse en el paradigma de la sostenibilidad.

En el caso de la desertificación, el paradigma de la sostenibilidad considera la gestión del territorio en dos casos excluyentes mutuos: sostenibilidad fuerte frente a sostenibilidad débil.

Si un agricultor posee más de un campo, puede que no pueda invertir por igual en cada campo, debido a sus limitaciones naturales, humanas, y el capital económico.

Por lo tanto, algunos campos pueden estar bien protegidos contra fuerzas degradantes, mientras que otros campos pueden quedar erosionados o propensos a otros procesos degradantes.

Sin embargo, si no se pasa el límite crítico, los campos previamente degradados pueden regenerarse nuevamente cuando los recursos son mejores o más alimentos se necesitan en producción.

Paisaje

Muchos paisajes comienzan a parecerse más a un desierto.

La clave se encuentra en la conservación del suelo 

Conservar el suelo tanto como sea posible, un caso de fuerte sostenibilidad, es generalmente promovida por edafólogos y agrónomos. Ven el suelo como un recurso natural no renovable, que es parte del capital natural que posee un agricultor.

Pero desde otra perspectiva, como medio de vida, se ven los suelos como una de las muchas formas de capital, que pueden explotarse en parte para lograr la sostenibilidad socioeconómica.

Este es un caso de sostenibilidad débil, que permite la sustitución del capital natural por el humano, siempre que el capital total se mantiene o aumenta.

Dado que el suelo es sólo una forma de capital necesaria para ser fuente alimento, puede ser una decisión racional para un agricultor permitir la degradación en uno o más campos.

Si la mano de obra familiar disponible puede producir más ingresos vendiéndola en otro lugar, lo que permitiría comprar alimentos en el mercado, las inversiones requeridas en la producción sostenible de cultivos pueden no realizarse.

Pero este tipo de decisión puede aumentar el éxito de los medios de subsistencia. La sustentabilidad débil es una opción que enfatiza la interdependencia entre la conservación de los recursos y el mantenimiento de los sistemas socioeconómicos.

La conservación del capital natural, como el suelo, la vegetación y los recursos hídricos, es parte de un complejo compromiso entre la agricultura y las actividades no agrícolas.

A pesar de que la Convención para Combatir la Desertificación de la ONU habla de que “12 millones de hectáreas de tierra productiva se vuelven yermas cada año debido solo a la desertificación y la sequía».

Muchos científicos afirman que hay que tener precaución para las conclusiones sobre los números, ya que es posible que las tendencias decrecientes no indiquen degradación de la tierra, y ni las tendencias crecientes indiquen una recuperación.