Hasta no hace mucho sostenibilidad y procesos industriales parecían dos términos incompatibles. Sin embargo, esta percepción ha dado un giro radical en los últimos años.
La inversión en I+D ha permitido la implantación de sistemas enfocados hacia la eficiencia energética y la optimización de recursos en la industria.
Según la última encuesta de gasto de la Industria en protección ambiental publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y referida al año 2018, la industria española destinó algo más de 2.600 millones de euros a la protección ambiental, esto es, un 0,4% de su cifra de negocios.
Lo esencial es que esa inversión, aunque de forma lenta, no ha parado de crecer en los últimos años. Y lo ha hecho sobre todo en empresas dedicadas a la alimentación, en químicas y farmacéuticas y en aquellas centradas en la metalurgia o en la fabricación de productos metálicos.
En la optimización de sus procesos han tenido un papel esencial la investigación y el desarrollo de sofisticados equipos que han realizado compañías como Endress and Hauser España.
Esos instrumentos, destinados al análisis de líquidos, de nivel, presión o temperatura, así como la automatización de los procesos, han tenido un triple efecto: rebajar costes, mejorar la calidad del producto y reducir el impacto medioambiental.
Un compromiso con certificación
Son criterios de responsabilidad social y una normativa rigurosa los que obligan a las industrias a buscar soluciones sostenibles para sus procesos.
Y cada vez son más las que optan no solo por implementar sistemas de producción eficientes y sostenibles, sino por trabajar en una rigurosa gestión de los riesgos para el medio ambiente de su actividad.
Es ahí donde entra la norma ISO 14001. Aplicada al sector industrial, implica identificar esos riesgos e implementar todas las medidas necesarias para su prevención y para alcanzar una gestión realmente sostenible.
Conseguir la certificación es un proceso complejo que requiere de la realización de auditorías y de una inversión a veces elevada.
Sin embargo, hoy en día las industrias son conscientes de que el impacto de su actividad en el medio ambiente, mientras que el uso que hacen de los recursos naturales son mirados con lupa no solo por las autoridades, también por los ciudadanos.
En una sociedad cada vez más preocupada por la conservación del planeta, la inversión en medidas de protección ambiental tiene beneficios a todos los niveles.
Un uso más eficiente de los recursos y el empleo de energías sostenibles reduce costes y, a la vez, mejora la reputación y el prestigio empresariales.
El beneficio de la automatización
Es otra de las líneas de actuación de las empresas cuyos efectos también tienen una repercusión positiva en el medio ambiente.
El uso de las nuevas tecnologías, la robótica y la inteligencia artificial no solo agiliza los procesos, sino que evita la posibilidad de error que toda actividad repetitiva puede provocar cuando es una persona quien realiza el trabajo.
Gracias a la automatización de los procesos industriales y a la disminución de esos errores, se consiguen los máximos estándares de calidad, se evita desperdiciar producto que no los
cumpla y, por tanto, se consumen menos recursos y energía.
Ese proceso hacia una industria 4.0 ya hace tiempo que se inició, pero la pandemia lo ha acelerado. Y las previsiones lo avalan, la Federación Internacional de Robótica (IFR) prevé que en 2022 alrededor de cuatro millones de robots industriales trabajen en las fábricas de todo el mundo. Queda por ver si las predicciones se cumplen.
No hay Comentarios