En el mundo en que los humanos vivimos, los ciclos vitales ya no son lo que eran. Ahora, la rapidez y el momento es lo que impera. Nuestra sociedad se ha cubierto de gloria intentando adelantar todo a matacaballo, y claro, las prisas nunca han sido buenas para nada. Los ejemplos los podemos contar por cientos.

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Ciclo vital: sin prisa, pero sin pausa

Empecemos por nuestra alimentación. Desde que tengo uso de razón, he ido observando como las frutas y las verduras cada vez venían antes. Un adelantamiento que lejos de traer buenos presagios, ha ido menoscabando en la calidad del producto. Fresas en enero o naranjas, uvas, sandías o melones en primavera, y un largo etcétera de frutas y verduras; que por arte de magia aparecían en la tienda tres meses o más antes, ya no hablo de aquellos que vienen de otros países, sino de los de España.

La alimentación y otro tipo de sustancias tóxicas que se incluyen en productos alimenticios o de consumo, también influyen en otras cuestiones como el anticipo de la menarquía en las niñas. Se ha venido constatando a lo largo de las últimas décadas de que sucede de manera inexorable.

Es lo que ocurre con las etapas vitales de las personas. En el paso de bebé a niño, o en el de niño a adolescente, cada vez existe menos cantidad de tiempo. es decir, nos enfrentamos a unas generaciones que son viejos antes de tiempo, y todo eso mezclado con los más sofisticados “anti-aging” que se hayan conocido. ¿No es extraño? A mi parecer, se trata de un cóctel Molotov que tiene una pinta tremenda de estallar en cualquier instante. Y eso que los científicos siempre han apuntado, que precisamente las especies que tienen un aprendizaje más lento y más largo en el tiempo son las más inteligentes.

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Esos niños que deben leer según salen de la cuna, hablar tres idiomas a los cuatro años y ser los más adelantados en las 25 clases extraescolares a las que deben asistir, no deben ser los más felices, porque no tienen tiempo de jugar como niños que son. Todo porque sus padres están metidos en una vorágine, orquestada por diversos directores a los que se les ha caído la batuta hace ya mucho tiempo. Desde colegios hasta el “papá Estado”, ese que manda lo que todos los niños deben hacer. El “borreguismo” también ha llegado a la escuela.

En términos de moda, se lleva la palma. Las colecciones “pre” o “crucero” son un ejemplo de lo mismo. Una necesidad de tener en el armario lo que se va llevar dentro de dos veranos. Un ciclo sin fin que siempre está en marcha, en movimiento. Esa volubilidad es una trampa mortal, se odia o se ama eso que te has puesto antes de ayer, simplemente por el hecho de que ya no se lleva. “Lo más nuevo, es mejor”, parece ser el lema de la industria textil o del calzado, creando modelos diferntes para que cada semana puedan estar listos en la tienda. Por supuesto, esa “depeche mode” o moda rápida, también tiene su lado oscuro: abaratamiento de mano de obra, del  material, del proceso de producción, etc. Supongo que no soy la única que se ha dado cuenta de la falta de calidad de la ropa, del uso indiscriminado del poliéster y de la desaparición de las telas naturales por ser más caras.

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El cambio climático es otro factor importante que juega en contra de la propia Naturaleza. Muchos árboles empiezan con la caída de las hojas en pleno verano, y aparece su floración en otoño. El tiempo se ha vuelto loco, y esos grados de más, alteran los ciclos vitales de las plantas. Así que tengo la impresión, de que todos esos cambios que están sucediendo tienen una “mano negra” detrás, y esa es la del hombre. Intentemos pues, que todo vuelva a su cauce.