Barack Obama ha firmado una orden presidencial para proteger la Bahía de Bristol, una región de Alaska con un alto valor económico y natural. De esta forma, en el futuro esta zona no podrá ser víctima de extracciones de gas y petróleo, que afectarían a unas aguas que el propio presidente ha calificado de “muy especiales y valiosas”.

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La riqueza de la Bahía de Bristol no se mide solo en términos de biodiversidad y espacios protegidos, también aporta valor económico a la región. No en vano, es uno de los caladeros más importantes del mundo, principalmente de salmón rojo, y aporta alrededor del 40% del marisco que se consume en todo el territorio americano. El negocio pesquero de la Bahía de Bristol se calcula en unos 2.000 millones de dólares anuales, a los que hay que sumar otros 100 millones procedentes del turismo.

La Bahía de Bristol, situada en el suroeste de Alaska, cerca de las Islas Aleutianas, es también el hábitat de numerosas especies amenazadas, entre las que se incluyen el eider de Steller, un ánade clasificada como vulnerable por la UICN, la nutria marina, focas, morsas, la beluga (también conocida como ballena blanca), la orca y la ballena franca del Pacífico Norte, una especie en peligro de extinción de la que solo quedan unos 500 individuos.

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La decisión llega en un momento significativo, cuando la producción en Norteamérica está creciendo, debido a las nuevas técnicas aplicadas, como el fracking, y a la intención de rebajar la dependencia estadounidense del petróleo extranjero. En una de las sociedades más capitalistas del mundo, quién sabe cómo terminarían algunas regiones de Alaska, tan valiosas por sus reservas petrolíferas como por sus valores naturales.

Los planes para extraer petróleo y gas en esta región de Alaska se iniciaron con el Gobierno anterior y, ya en 2010, el propio Obama apartó, de forma temporal, a la Bahía de Bristol de la amenaza de futuras prospecciones. La acción llevada a cabo por el presidente americano hace unos días protegerá esta área de forma indefinida, algo que celebra el movimiento ciudadano Save Bristol Bay, que lucha por la preservación de un ecosistema del que dependen 14.000 puestos de trabajo.

Las noticias desde los Estados Unidos contrastan con lo sucedido este año en España, donde el Gobierno no ha dudado en permitir las prospecciones petrolíferas frente a Lanzarote y Fuerteventura, a pesar del alto valor natural de las islas y su entorno y del rechazo popular. En este caso, los mandatarios han estado del lado de las empresas y sus fines puramente económicos, que no solo podrían dañar la naturaleza de la región sino también su principal fuente de ingresos: el turismo.