El suelo, pese a su vital importancia, parece ser uno de los grandes olvidados a la hora de proteger el medio ambiente. Centramos la mayor parte de la atención en la atmósfera y el agua mientras que el suelo, sustento de la vida en la tierra, pasa desapercibido. Definido de mil formas, el suelo es la base de la agricultura y lugar de reciclado de la materia en los ecosistemas terrestres. Para llamar la atención sobre su importancia, cada 5 de diciembre la FAO celebra el Día Mundial del Suelo.

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La Asamblea General de Naciones Unidas decidió el pasado 12 de diciembre de 2013 en la Resolución A/68/44DR II proclamar el día 5 de diciembre Día Mundial del Suelo. Este año, el primero en el cual se celebra dicho día, el tema elegido es ‘Los suelos, cimiento para la agricultura familiar’. El tema casa perfectamente con el elegido por la FAO para este 2014: Año Mundial de la Agricultura Familiar.

Sin suelo no hay agricultura y sin agricultura ninguna civilización moderna puede sobrevivir. Muchas civilizaciones han desaparecido a lo largo de la historia tras agotar sus suelos y, pese que ahora tenemos el conocimiento suficiente para evitar esto, seguimos explotando este recurso y maltratándolo sin darle la atención que merece.

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El suelo es indispensable para la supervivencia al ser pieza clave para la generación de alimentos, pero se encuentra bajo presión continua y creciente sin contar con el reconocimiento que merece. Es un recurso limitado que se ve alterado por la sobreexplotación. La presión agrícola a la cual se ve sometido agota los nutrientes del mismo, que deben ser repuestos mediante fertilización. Pero no siempre es posible devolver al suelo todos los nutrientes que le extraemos con los cultivos, y la disponibilidad de los mismos varía dependiendo del tipo de suelo en el cual nos encontremos.

En las zonas deforestadas para la agricultura de selvas tropicales, la calidad agrícola de los suelos, pese a ser muy fértiles en un principio por la cantidad de materia orgánica de su superficie, desciende muy rápidamente, lo que hace que estas tierras se abandonen por ya no ser rentables y se deforesten nuevas zonas. El desconocimiento en el manejo de este suelo y de sus cualidades hace que al año perdamos miles de hectáreas de selva tropical, pieza clave en la lucha contra el Cambio Climático. A las pocas cosechas la zona que queda con un suelo pobre y desnudo es abandonada, tardando cientos de años en regenerarse y a merced de la erosión al no contar con ningún tipo de cubierta vegetal.

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Pero no sólo el agotamiento de los nutrientes por la agricultura daña nuestros suelos. La estructura del suelo es vital para la supervivencia de las plantas, pues gracias a ella los cultivos pueden almacenar y disponer del agua. Un mal manejo del suelo destruye esta estructura de macro y microporos modificando el comportamiento del agua en él y viéndose así más afectado por inundaciones y sequías.

El último gran problema al cual se ve afectado el suelo debido a unas malas prácticas agrícolas es la contaminación. La resiliencia del suelo es elevada pero, aun así, un mal manejo de los fitosanitarios o no utilizar los productos adecuados puede contaminar el terreno de cultivo. Un terreno contaminado es un cultivo contaminado, por lo que además de los daños ambientales ponemos en peligro nuestra salud.