Esta es la frase que creo que se va a escapar de mis labios cuando pida para beber alguna consumición en cualquier restaurante o bar madrileño. En vez de, “ Por favor, que esté bien fresquita” o “Por favor, que sea del tiempo”.

Estoy realmente preocupada. Cada vez que salgo fuera de casa “a tomar algo”, me voy dando cuenta de que en casi ningún establecimiento hostelero sirven ya las bebidas en mis queridas botellas de vidrio. Esas que han sido iconos de generaciones, por su forma y diseño, ahora prácticamente no se encuentran por ningún lado. Esto me da que pensar. Todos esos envases de los emblemáticos refrescos, se están sustituyendo por sus “primos” tecnológicos realizados en variedad de materiales, plástico o aluminio entre otros, a cual más contaminante y menos biodegradable.

botellas vidrio

Los botes de la “nueva era”, provenientes de los polímeros de la industria petroquímica, requieren una fabricación costosa y tienen un gran impacto medioambiental; a diferencia de los realizados en vidrio, que se pueden reciclar eternamente y no se necesitan químicos para su elaboración. Se sabe que el vidrio protege a los alimentos y a las bebidas de la oxidación del aire, la luz, el tiempo y la humedad; conservándolos con sus características propiedades organolépticas, porque no despide sabores, ni olores que puedan traspasarse, como ocurre con las latas o el plástico. El vidrio asegura la pureza de los ingredientes que contiene, y otra de sus virtudes es que es transparente y puedes ver lo que está en su interior, aunque se puede teñir para preservar su contenido de los rayos solares. Su impermeabilidad asegura una protección eficaz contra los gases, vapores o líquidos. Se puede lavar y esterilizar, para una posterior utilización, y admite el paso de las microondas.

Arena, piedra caliza y carbonato de sodio son los únicos ingredientes que se necesitan para su fabricación. Dichas todas las ventajas, propiedades y atributos del vidrio; aclaro que veo en esta fabricación desmedida de envases para satisfacer todas las necesidades de la existencia moderna, cuestión a la que pocas personas le dan importancia, que va a llegar un punto de inflexión en el que pocos materiales de los que nos rodeamos en nuestra vida diaria van a ser biodegradables o fácilmente reciclables. Con la era de la industrialización, llegó la hora de fabricar embalajes en cadena para abastecer a una población cada vez más creciente.  Desde entonces hasta ahora, seguimos en las mismas en lo que se refiere a la producción en serie, pero con un número superior de consumidores que reclaman una mayor producción de alimentos de gasto diario. Por ello, creo que todos deberíamos fijarnos más en lo que adquirimos y en que tipo de envase viene presentado, optemos siempre por los materiales más limpios y degradables.

Yo por la parte que me toca, elijo siempre el vidrio frente a otros componentes que figuran como tóxicos en todos los manuales de Química, y nunca olvido reciclar. Todo el vidrio que entra por la puerta de mi casa, siempre sale para depositarse en los contenedores. Soy de las que piensa que todos los días deberíamos realizar algo bueno por alguien. ¡Reciclando siempre haces una buena acción por el planeta!

Ahora, me viene a la cabeza una fantástica película que vi hace tiempo, titulada Los dioses se han vuelto locos, en la que un indígena africano al ver por primera vez un avión corre detrás de él, pero cuál sería su sorpresa cuando del aparato cae una botella de vidrio vacía de una famosa marca de refrescos; a partir de ese momento cambia su vida y la de la aldea en la que vive. Convirtiéndose el preciado objeto caído del cielo, en un dios al que todos adoran, y del que posteriormente en el transcurrir de la cinta, nadie quiere deshacerse y todos quieren tener en sus manos, organizándose disputas a su costa.

Tengo en mente la variedad de usos que se le pudo dar a la botella de vidrio en aquel poblado, me acuerdo que aquello me dejó maravillada. Y tal y como está la situación en España, dentro de poco me veo como aquél nativo dando gracias a los dioses por haber puesto en mis manos un envase de vidrio.

No, si al final echaré de menos a mi apreciado camión repartidor de bebidas, ese que le oías llegar por el repiqueteo de sus botellas.