Las hormigas podrían ser unas fuertes aliadas en la lucha contra el cambio climático. O al menos, si aprendemos de su relación con los minerales del suelo, podríamos desarrollas nuevas tecnologías para eliminar dióxido de carbono de la atmósfera. Estas son las positivas conclusiones que se pueden obtener de una investigación que lleva 25 años estudiando la geobiología y ha dado los primeros datos cuantitativos de la disolución total de silicatos de magnesio y calcio en cuatro escenarios diferentes: con hormigas, con termitas, con raíces de árboles y a suelo desnudo.

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Al disolverse los silicatos de calcio y magnesio se reduce el dióxido de carbono atmosférico al acumularse este en la piedra caliza y dolomita. Debido a ello se produce, a escala de tiempo geológico, una reducción progresiva del dióxido de carbono atmosférico. Las investigaciones actuales han determinado que las hormigas son uno de los más importantes factores biológicos en este proceso. Con la presencia de las hormigas, las tasas de disolución de silicatos de calcio y magnesio aumentan en dos ordenes de magnitud frente a un suelo desprovisto de ellas.

Actualmente, uno de los principales esfuerzos en la lucha contra el cambio climático y el control del dióxido de carbono atmosférico es el secuestro del mismo bajo suelo, aunque hasta el momento las investigaciones en esta linea han demostrado que las consecuencias ambientales negativas podrían hacer inviable este método. Pero, con este nuevo descubrimiento, se podría trabajar en un nuevo método tras analizar la interacción hormiga-mineral, pudiendo aumentar la tasa de disolución de silicatos que conllevará un aumento en la fijación del dióxido de carbono atmosférico en el suelo.

En esta linea va a seguir trabajando el equipo de investigación de la Universidad Estatal de Arizona, con el fin de copiar y amplificar los procesos más eficaces en la relación hormiga-mineral para avanzar en geoingenieria y atrapar e inmovilizar el dióxido de carbono atmosférico en los suelos.