Mañana, 21 de septiembre, se conmemora el Día Internacional contra los Monocultivos de Árboles 2022, una jornada creada para concienciar a la población de la importancia de la biodiversidad en el planeta.

Una gran parte de las plantaciones de agricultura intensiva en el mundo se dedican al monocultivo de unas pocas especies de árboles, una explotación de los recursos naturales incalificable. En muchos casos, esto ha supuesto la desaparición total de la naturaleza prístina de esos lugares, así como de la fauna y la flora características.

Monocultivos de árboles por todo el planeta

Por desgracia, en todos los continentes hay algún ejemplo. Desde la soja y el maíz transgénico, nuestro país es una clara muestra de ello, siendo el que más cultiva transgénicos de toda Europa (aunque poco a poco la cifra va bajando, menos mal); hasta la caña de azúcar, el café o el aceite de palma.

Soja

Cultivo de soja.

El problema con la guerra de Ucrania, es que se ha pasado por alto o se ha mirado para otro lado, y ya se ha dado el visto bueno para importar cultivos transgénicos de maíz y soja para alimentación humana y animal procedentes de Argentina y Estados Unidos. Estamos retrocediendo, después de haber llegado hasta este punto, de haber luchado contra los 25 años de transgénicos en España.

Se puede revisar en el siguiente BOE de abril del 2022 las disposiciones para la comercialización de variedades que contienen la modificación genética.

¿Alimentación sostenible?

Y es que dar de comer a personas que viven en la otra punta del globo, sigue sin tener ningún sentido. Hablamos de sostenibilidad, pero nadie (poca gente) deja de tomar su café diario, aunque tenga que cruzar medio mundo, para que lo tenga todas las mañanas reciente y humeante en su taza.

Lo mismo sucede con las propias infusiones y tés, y con otro tipo de comidas y bebidas que parece que salen de aquí al lado, de nuestro entorno más próximo.

Además, de recorrer miles y miles de kilómetros, resulta que son cultivados en grandes extensiones de terreno con una agricultura insostenible en la que prima la producción, no la calidad y el respeto por el medio ambiente, y ni mucho menos, el trabajo digno.

Maíz

Plantación de maíz.

Aunque quizás los más dolorosos, son aquellos en los que ha desaparecido de forma total el paraíso selvático. Eso viene sucediendo en gran parte de Centroamérica y Sudamérica, así como en África.

El aceite de palma y la devastación de las selvas

La producción de aceite de palma es uno de los casos más documentados. La palma aceitera es originaria del África Occidental. De hecho, allí era utilizada según las distintas culturas para diferentes usos: medicinales, alimentarios o textiles.

El problema llegó cuando se quiso industrializar la producción del aceite obtenido de su fruta. Así, se comenzó a utilizar la estearina de palma para usos industriales, como detergentes, cosméticos, lubricantes, jabones, velas, lubricantes…, y la oleína de palma para uso alimentario.

Pero ahí no queda todo, el cultivo de palma africana que se destina a la elaboración de biodiésel es uno de los cultivos más lucrativos, por lo que se dejó de lado la preservación del entorno natural.

Palma

Frutos de la palma aceitera.

Esto no es desarrollo

Lejos de ser, de nuevo, algo sostenible, pasó a ser el detonante de la aniquilación de multitud de especies en pro de un desarrollo, que jamás se materializó en esos países, más bien los esclavizó.

Solo significó una abrumante inversión en infraestructuras en esos países para su comercialización. Estando detrás grandes corporaciones internacionales, que finalmente son las que sí se han enriquecido a costa de masacrar la naturaleza, los bosques primarios.

Y no puedo dejar de mencionar que esto conlleva un problema de salud mundial, tanto para los trabajadores que conviven de forma diaria con agrotóxicos sumamente peligrosos para su organismo, como para las personas que consumen los productos obtenidos de ello. Por no hablar, de la propia cadena trófica. Desde los pequeños insectos como las abejas, hasta los mamíferos.

Existen numerosos testimonios entre esos trabajadores de las secuelas nocivas de estar en contacto con esas sustancias por el aire, por el agua y por la tierra, cuyos resultados se han materializado en una sintomatología recurrente y enfermedades como problemas respiratorios, enfermedades de la piel, desarrollo cognitivo menor, dolores de cabeza, desarreglos en la menstruacción en mujeres, abortos, e incidencias en un grado superior de distintos tipos de cáncer; porque sus efectos son acumulativos en el tiempo.

Si este es el mundo en el que queremos vivir, la sociedad que queremos dejar a las nuevas generaciones, continuemos con la trágica y desgarradora imagen de un mundo transformado en la zona de actuación de grandes actores a los que poco les importa cada árbol que se tala, cada especie que desaparece, cada vida que se esfuma.