El próximo 16 de octubre se celebra el Día Mundial de la Alimentación. En esta fecha, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) quiere destacar la importancia de erradicar el hambre en el mundo, como base para dar a todos los habitantes del planeta una oportunidad de vivir dignamente.

El lema de este año es “Protección social y agricultura para romper el ciclo de la pobreza rural” y está enlazado con el tema principal de la Expo de Milán 2015, “El reto del hambre cero: Unidos por un mundo sostenible”, en la que tendrá un papel destacado. En la ceremonia oficial se conmemorará, además, el 70º aniversario de la FAO, instituida oficialmente el 16 de octubre de 1945 en Quebec, Canadá.

En este día también tendrá lugar la presentación de la Carta de Milán, una declaración dirigida a todas las personas para que colaboren en la lucha contra la subalimentación, la malnutrición y el desperdicio, así como en la promoción de la sostenibilidad y el acceso a los recursos naturales, en condiciones de igualdad, por parte de todos los ciudadanos.

Protección social y agricultura para romper el ciclo de la pobreza rural

La protección social es una herramienta que proporciona a las familias rurales cierta capacidad de gestión y previsión. Esto les ayuda a enfrentar sus riesgos y les da la oportunidad de contar con medios de vida más rentables. El objetivo común es la consecución de la seguridad alimentaria y la reducción de la pobreza.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el 73% de la población mundial no tiene acceso a una protección social adecuada. La gran mayoría de estas personas viven en áreas rurales de países en desarrollo y su subsistencia depende de la agricultura. La vulnerabilidad de estas familias frente a los caprichos de los mercados es enorme y sus cosechas están totalmente expuestas a los designios de la naturaleza.

Por si esto fuera poco, lo normal es que estas personas tengan un acceso limitado a recursos fundamentales para su actividad, como el agua o las semillas, lo que les ocasiona una productividad muy baja que ponen a merced de unos mercados altamente inestables, influidos por la conflictividad social, la corrupción, las guerras, los abusos o los vaivenes de la economía global, que afectan de manera más intensa a esta población tan vulnerable.

Gracias a la protección social, estas familias pueden disfrutar de una seguridad en los ingresos, que les permita una cierta planificación de sus vidas que, en el mejor de los casos, les puede llegar para invertir en sus sistemas de producción. Los beneficios de estas políticas suponen mejorar la productividad agrícola, estimular el desarrollo económico local, crear resiliencia, promover la inserción social e, incluso, fomentar los usos sostenibles de los recursos naturales, que les permitan un mejor acceso a los mismos y una gestión adecuada para evitar su agotamiento y maximizar su calidad.

La FAO se encarga de apoyar a los gobiernos nacionales de los países en desarrollo, para la incorporación de la protección social a sus estrategias de lucha contra el hambre y fomento de las políticas agrícolas. La integración de ambas vías puede permitir a los estados reducir la pobreza de sus gentes, al tiempo que se fomenta el desarrollo rural.

En definitiva, las políticas de protección social que apoya la FAO en este día no solo persiguen el objetivo de poner comida en la mesa de las personas más desfavorecidas, sino que también intentan su desarrollo, desde una actividad comercial que les permita un margen de ganancias, inversiones y futuro, hasta una educación para sus hijos y oportunidades de empleo para la población joven. Un desarrollo coordinado de varios factores para que el crecimiento sea sostenible y continuo.