Después de observar el comportamiento en un parque cercano a casa de una especie animal tan impresionante como la corneja negra, me he decidido a investigar un poco sobre esa ave que habita de manera común en zonas agrícolas o boscosas. Al parecer, es raro encontrar ejemplares solitarios en el territorio español, porque suelen establecerse en espacios con un trabajo cooperativo que abarca a toda la familia. Por eso, estoy un tanto extrañada con esta súbita aparición de este animal tan poco querido, y del que existe un variado y particular repertorio de fábulas. Aunque tenemos otros ejemplos de sus fantásticos comportamientos en “Paco, la corneja que eligió vivir con los humanos”, no dejéis de leerlo.

Para mayor sorpresa, uno de los más importantes especialistas en la corneja negra ( Corvus Corone), descubre un particular comportamiento en las que habitan en el Norte de España. Vittorio Baglione y su equipo del Campus de Palencia de la Universidad de Valladolid, han estudiado la actitud de varios grupos de esta especie para llegar a la conclusión de que a diferencia de las del resto de Europa, la corneja negra española se queda con sus polluelos hasta cuatro años después de su nacimiento, formando un equipo que ayuda a alimentar a los nuevos pollos de diferentes épocas reproductoras.

Esta característica típicamente española, y no solo de las preciosas cornejas negras (cada uno que lo entienda como quiera), tiene una gran diferencia con el resto de sus congéneres europeos, que a las cuatro o cinco semanas de su primer vuelo fuera del nido, desaparecen de la protección de sus progenitores.

Una razón de esta asombrosa diferenciación es que en territorios donde existe abundante comida, los “hijos” se quedan. Según las palabras de Baglione:

El objeto del trabajo que ahora nos acaban de publicar era estudiar los factores que determinan esa variabilidad. Y hemos descubierto que el hecho de que los padres sean ricos -es decir, dispongan de un territorio con abundantes recursos alimenticios- hace que los hijos mantengan sus relaciones con ellos más estrictas y más duraderas.

Para llegar a este descubrimiento hemos realizado un trabajo experimental: para hacer que algunos padres fueran más ricos, hemos suministrado alimentos casi diariamente en 10 territorios a lo largo de todo un año. Simultáneamente, teníamos otros 11 territorios bajo control, que visitábamos con la misma frecuencia pero sin dejar comida. Todos los individuos jóvenes estaban marcados con un radio emisor, para poder seguir sus movimientos dentro y fuera del territorio. Teníamos controlados 26 pollos de 10 territorios alimentados y 25 pollos de los otros 11 en los que no dejábamos alimento. A todos ellos los seguíamos tres veces por semana. Así pudimos comprobar que la asociación padres-hijos fue mucho más estable en los territorios con suministro de comida. De hecho, en la primavera siguiente todos los jóvenes de los territorios experimentales ayudaron a sus padres en la cría de la nueva pollada, mientras que un alto porcentaje de los hijos de padres pobres ya habían abandonado el territorio natal para buscar mejor suerte.

Los factores ambientales determinan su comportamiento, a esta conclusión se ha llegado, y el estudio concerniente ha sido publicado en la revista científica internacional sobre Biología Proceedings of the Royal Society.

También la reconocida revista Science se ha hecho eco de los nuevos descubrimientos del prestigioso investigador. El estudio de la corneja negra y la corneja cenicienta ha demostrado que a pesar de que ambas especies estudiadas son genéticamente iguales, muestran pequeñas diferencias en la expresión de una parte mínima del genoma (un 0’28 por ciento), que codifica el color de las plumas y su percepción visual particular, que son suficientes para crear una barrera frente a la hibridación. Este estudio evidencia que “el proceso evolutivo no se da siempre por acumulación de pequeños cambios genéticos en tiempos muy largos, sino que son suficientes pocos pero decisivos cambios en el genoma para iniciar un proceso evolutivo de especiación” explica su equipo.

El trabajo publicado en Science se centra en la arquitectura genética de la divergencia entre la corneja negra (Corvus corone), cuyo plumaje es integralmente negro, y la corneja cenicienta (Corvus cornix) que presenta amplias partes del cuerpo de color gris. Los dos fenotipos hibridan en una zona de contacto extraordinariamente estrecha (15-150 kilómetros) que cruza Europa aproximadamente de norte a sur, y que se ha mantenido sorprendentemente estable a lo largo de por lo menos los últimos 100 años. Las zonas de hibridación representan “experimentos naturales» donde los procesos de especiación pueden ser estudiados y el caso de la corneja es considerado un ejemplo clásico de especiación “incipiente» entre linajes que has empezado recientemente a segregarse genéticamente.