A esta cifra anual en España ha llegado el reciente informe que acaba de publicar hoy la Health and Environment Alliance (HEAL). La exposición diaria a través de la comida y productos electrónicos, cosméticos y plásticos que contienen sustancias químicas alteradoras hormonales (también llamadas disruptores endocrinos, EDCs por sus siglas en inglés) es la que está provocando el aumento alarmante de enfermedades relacionadas con el sistema endocrino.
Se trata de:
· Problemas reproductivos y de fertilidad, incluyendo el bajo número de espermatozoides.
· Anomalías del pene y los testículos en los niños pequeños.
· Cánceres de mama, próstata, testículos.
· Desórdenes conductuales en los niños, tales como el autismo y el déficit de atención e hiperactividad (TDAH)
· Obesidad y diabetes
El informe de HEAL estima que las enfermedades vinculadas a las hormonas por todas las causas representan un coste de 58.000 millones de euros anuales. Si el 5% de ese total es directamente relacionado con la exposición a EDCs, entonces el coste de esta exposición en España es de aproximadamente 2.900 millones de euros. La salud está dañada, pero con el gasto astronómico, la sanidad también.
Las tasas de muchas de estas patologías están creciendo rápidamente. Por ejemplo, con la excepción de países que ya tienen una alta prevalencia como Holanda y Austria, todos los países de la UE están teniendo fuertes subidas de casos de cáncer de próstata, y los Estados Miembros del Este y Sur de Europa están asistiendo a un dramático incremento de tumores de mama.
La prevalencia del autismo y el TDAH es ahora alarmantemente alta. Además, los expertos dicen que los EDCs tienen mucha capacidad para reducir el cociente intelectual, lo cual impide que los niños alcancen su pleno potencial. Algunos de los daños originados por la exposición fetal a los EDCs permanecen ocultos inicialmente para emerger más adelante en la vida, bajo la forma de cánceres vinculados a las hormonas o un peor recuento espermático.
Por encargo de HEAL, el economista ambiental doctor Alistair Hunt, de la Universidad de Bath y la doctora Julia Ferguson, miembro visitante de la Escuela de Gestión de Cranfield en el Reino Unido, han calculado los costes totales asociados con estos problemas en 636 a 637 miles de millones de euros anuales. Estas cifras probablemente son una subestimación de la realidad por varias razones, incluyendo el que muchos de los trastornos identificados no tienen datos disponibles.
Solo una parte de los costes de los problemas sanitarios vinculados a la disrupción endocrina pueden ser atribuidos a la exposición a EDCs.
Las causas más importantes que contribuyen incluyen factores como los genéticos o los del estilo de vida, tales como la dieta, el tabaco o la escasa actividad física. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha apuntado que es probable que la «carga ambiental de enfermedad» causada por las sustancias químicas esté siendo subestimada, por la falta de datos.
Un reciente estudio norteamericano fijaba la contribución proporcional de solo una sustancia disruptora endocrina (el bisfenol A, BPA) a través de una sola vía de exposición (el bisfenol A que pasa a la comida desde envases alimentarios), y referido a un solo problema sanitario (obesidad infantil) en el 1.8% (5). Por lo tanto, parece razonable asumir que la proporción para la exposición a todos los EDCs pueda estar entre el 2 al 5%.
Genon K Jensen, directora ejecutiva de HEAL dice que «una proporción de las crecientes tasas de enfermedades vinculadas a las hormonas a las que se asiste hoy en Europa son causados probablemente por la exposición a sustancias químicas sintéticas que terminan en nuestros cuerpos y perturban nuestras hormonas. La Unión Europea debería anteponer la salud y retirar estas sustancias. Actuar rápidamente podría evitar un masivo sufrimiento humano y quizás tanto como 31.000 millones de euros anuales en costes sanitarios y de pérdida de productividad».
«En España, el Gobierno está prestando muy poca atención a la prevención de los efectos sanitarios causados por los contaminantes químicos y, más en particular, por los contaminantes hormonales», dice Carlos de Prada, responsable de la campaña Hogar sin Tóxicos de la Fundación Vivo Sano. «A principios de marzo de 2013 hicimos llegar al Gobierno y a las fuerzas políticas con representación parlamentaria una propuesta para la eliminación del más conocido de los contaminantes hormonales, el bisfenol A, en cualquier clase de material que esté en contacto con alimentos, medida que ya ha sido adoptada en Francia. Las propuestas incluían también adoptar medidas en general sobre los disruptores endocrinos. A día de hoy, a pesar de haber sido presentadas varias proposiciones no de Ley, el tema ni siquiera ha llegado a ser debatido en ninguna comisión del Congreso. Si ni siquiera se avanza en algo tan sencillo, y que causa tan escasos contratiempos a la industria, como eliminar el bisfenol A del fino recubrimiento interior de las latas de comida, ¿qué cabe esperar de el conjunto del problema de los EDCs?. Urgimos a nuestro Gobierno a tomarse muy en serio esta cuestión y actuar con celeridad, sino pensando en el sufrimiento humano, que para nosotros es lo primero, al menos en la economía» insiste de Prada.
Hace un año, esperábamos que la Comisión Europea propusiera un paquete de políticas sobre EDCs, incluyendo una nueva estrategia para abordar el tema. También se esperaba que pudiera ponerse en marcha una propuesta sobre los criterios para identificar las sustancias con estas propiedades ya que las leyes de la Unión Europea sobre pesticidas y biocidas las prohíben. Todavía se espera ese paquete de medidas,
concluye Carlos de Prada.
Como la ciencia sobre los efectos negativos de los EDCs continúa amontonándose, alguno países de la UE han dado un paso adelante para restringir estas sustancias disruptoras de las hormonas. Suecia está desafiando legalmente el retraso de la Comisión. Francia también está insistiendo en la necesidad de una acción urgente. Siguiendo al anuncio de su propia estrategia nacional sobre EDCs, la delegación francesa en la reunión del Consejo de Ministros de la última semana llamó la atención sobre los riesgos de estas sustancias en un movimiento que fue secundado por otros cinco países. Mientras se retrasa una acción real sobre la reducción de la exposición, la gente continua pagando la factura con enfermedades», concluye la señora Jensen.
Más información en: Fundación Vivo Sano
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