El próximo 5 de junio es el Día Mundial del Medio Ambiente, que este año centra su atención en los efectos del cambio climático sobre las islas. Es en estos lugares donde se aprecian los impactos negativos de la contaminación atmosférica que, tras una serie de consecuencias en cadena, hace que el nivel del mar se convierta en una seria amenaza.

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Todo comienza con el uso de combustibles fósiles, que es la principal fuente emisora de CO2 de origen antropogénico. Entre los gases de efecto invernadero, el dióxido de carbono es el de menor potencial si lo comparamos con el metano, los óxidos de nitrógeno o los CFC, mucho más dañinos. Sin embargo, la inmensa cantidad que se emite a la atmósfera de este gas lo convierte en el responsable del 86% del efecto invernadero.

Este proceso ocurre en la atmósfera porque los gases no dejan salir el calor de la superficie terrestre. Es el mismo sistema que se utiliza en un invernadero, donde comprobamos que, a pesar de que fuera haga frío o viento, en el interior queda retenido el calor procedente del Sol, porque la capa protectora no deja que escape. Así, la temperatura aumenta de forma desproporcionada, un día soleado de invierno hace calor dentro de un invernadero.

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Ese mismo efecto es el que sucede a escala planetaria: el calentamiento global, que conlleva el aumento de la temperatura media de la Tierra. Las consecuencias de este incremento son muy graves, desde la modificación del ciclo vital de las plantas hasta el derretimiento de los glaciares de Groenlandia o de los casquetes polares.

Y aquí es donde se ven afectadas las islas, ya que el nivel del mar aumenta. Según Naciones Unidas, el mar ha crecido entre 10 y 25 centímetros en los últimos 100 años y no parece que los efectos de la contaminación humana vayan a remitir de manera inminente. Por tanto, la vida en las regiones insulares corre serio peligro, al menos tal y como la conocemos.

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El calentamiento global también lleva asociada la afección de la circulación general atmosférica, así como de las corrientes oceánicas. De esta forma, se producen variaciones en el clima a nivel global, con fenómenos a los que no estamos acostumbrados y que debemos afrontar, como una cantidad exagerada de huracanes en una temporada, el retraso de la llegada del verano al hemisferio norte o largas sequías en determinadas regiones.

Estos efectos ya se están produciendo en nuestro planeta y su relación con las emisiones a la atmósfera de los gases de efecto invernadero es más que evidente. Por este motivo, es capital que nuestro consumo energético sea lo más eficiente posible y, sobre todo, que los países industrializados adopten políticas de protección ambiental, como el fomento de las energías renovables. Sino se adoptan medidas, las consecuencias serán cada vez más graves.