La existencia de este animal es todo un misterio para la mayoría de los mortales. Su fisonomía recuerda a los extintos dinosaurios, y es que sus escamas le protegen frente a los depredadores y su cuerpo elástico se enrolla como si de un ovillo de lana se tratase, previniendo así cualquier ataque exterior. De hecho, su nombre proviene de la lengua malaya pengguling, cuyo siginificado es rodillo; ya que tiene la característica de poder rodar como si fuese un rodillo.

Al parecer, existen siete especies en todo el mundo, pero la que nos preocupa es la asiática, que de hecho deriva de un género diferente manis; a la africana Phataginus.

Nuestra preocupación reside en que actualmente se le puede considerar un animal en extinción, debido a la salvaje caza que se le está propiciando por parte de los países orientales, especialmente China. Se sabe que hay un magnífico comercio a su costa, para utilizar su piel en recetas gourmet, y según la medicina tradicional china, sus escamas incrementan la virilidad.

 

La sopa de feto de pangolín es muy apreciada entre sus consumidores, y es relativamente fácil encontrar restaurantes que la tengan en su carta.

El pangolín es un controlador natural de termitas y hormigas, como “controlador de plagas” ahorra millones de dólares en pesticidas. Su dieta es exclusivamente insectívora, pero si desaparecen los daños pueden ser nefastos para la agricultura y el ser humano.

¡No hay tantos pangolines, para cada uno de los chinos que habitan en el planeta!. Replanteémonos que animales debemos proteger, para que una exquisitez de unos cuantos, no acabe con la extinción de una especie entera.