Estados Unidos es el segundo país del mundo en superficie y número de habitantes, además de poseer la mayor economía global. Con estas premisas y su cultura frente a la salud (aunque observemos posiciones extremas) se ha colocado en el ranking de los países que más consume producto ecológico, y el sector de la alimentación ecológica está en alza, la superficie cultivada aumenta cada año, y las previsiones son realmente halagüeñas. Según un informe elaborado por Bionext que lo atestigua.

Al alza el producto ecológico en Estados Unidos

Ese “estilo de vida” que ya desde fuera apreciamos, dentro del país causa furor y no hay estado que no posea varios mercados ecológicos donde sus vecinos puedan comprar la rica producción de kilómetro 0 que posee. Teniendo en cuenta su tradición de granjas, mercados, y tiendas; esta cuestión no se ha hecho esperar. Las granjas autosostenibles y ecológicas están en pleno auge, y es que con tanto terreno casi se puede hacer cualquier cosa, además de que la política suele favorecer el emprendimiento, siendo “verde” mucho más.

En general, el producto ecológico se ha convertido en un artículo muy demandado por la población, ya que los precios no son demasiados elevados. La fruta y la verdura son las reinas en la escala, aunque también van accediendo al podio los productos lácteos. Desde luego es un sector que no para de dar titulares de noticias en los periódicos y revistas del país. Como los estudios realizados a la carne y la leche orgánica en comparación con la convencional, lo que se distingue en particular es una pasión por todo lo que entra dentro del concepto saludable.

Al alza el producto ecológico en Estados Unidos

Los restaurantes o incluso los hoteles son otros de los consumidores que demandan más este tipo de comida. De hecho, muchos tienen sus propios productores que se acercan a llevarles el producto recién cosechado, o incluso algunos ya cuentan con su propio huerto ecológico. Nadie se salva de la “fiebre” orgánica, porque teniendo en el mismo país las dos realidades; por una parte, el cultivo intensivo de terrenos en los que los fertilizantes y pesticidas químicos se administran como si fuesen agua, y que ya han protagonizado más de un escándalo por cuestiones de salud, dando lugar a pleitos en la abogacía que no han quedado en “aguas de borrajas”; y los pequeños campos de agricultura ecológica, que intentan establecerse de manera gradual por todos los estados.