BlaBlaCar, referencia en Europa para conectar a conductores y pasajeros, cifra en 6 millones los usuarios de este servicio en los 12 países europeos donde opera. La ocupación media ha subido de 1,7 a 2,8 personas por vehículo y el ahorro de CO2 hasta 2014 se estima en 700.000 toneladas que se han dejado de emitir. No obstante, desde el punto de vista ambiental, cabe preguntarse si el aumento de pasajeros procede del transporte público o privado y, por lo tanto, hasta qué punto se reducen las emisiones.
Los viajes en coches compartidos están de moda. La crisis económica y la cada vez más alta concienciación ambiental de los ciudadanos han hecho de esta práctica una importante alternativa para los viajes por carretera. Al ahorro económico de compartir los gastos de un trayecto en coche se unen los beneficios medioambientales de una alta ocupación de los vehículos en las carreteras europeas.
BlaBlaCar, la red social de carpooling referente en Europa, ha ahorrado hasta enero de 2014 unas 700.000 toneladas de emisiones de CO2 al lograr una ocupación de 2,8 personas por vehículo, frente al promedio europeo de 1,7 ocupantes. De hecho, de los más de 6 millones de usuarios que tiene la empresa en Europa, el 40% incluye entre sus razones para utilizar este servicio el cuidado del medio ambiente. Frente a este dato, el 85% aduce razones monetarias para apuntarse a los viajes compartidos.
Este dato refleja que, aunque una parte importante de los usuarios tiene en cuenta los beneficios ambientales, todavía más de la mitad no los valora, frente a casi 9 de cada 10 que identifica el menor precio de esta actividad. Aun así, el medio ambiente es la segunda motivación, algo que, a fin de cuentas, es significativo.
La cultura de los viajes compartidos ya estaba ampliamente arraigada en países como Francia o Alemania, de donde partió la idea. Desde ahí, gracias a servicios como BlaBlaCar se ha extendido al resto de Europa, con las nuevas incorporaciones de Ucrania y Rusia en 2014. España ya se ha convertido en el tercer mercado del viejo continente y el que más rápido ha crecido.
Hay trayectos fuertemente demandados, como el Madrid-Valencia. Estas dos ciudades cumplen una serie de requisitos que las convierten en el objetivo ideal de los usuarios de los viajes compartidos: son grandes urbes, históricamente relacionadas y dentro del rango de distancia idóneo para esta práctica (entre 300 y 500 kilómetros). El recorrido entre las dos capitales mediante un servicio como BlaBlaCar presenta un competitivo precio medio de 17 euros, una interesante oferta a la que hay que sumar el ahorro ambiental de compartir coche.
Sin embargo, este ahorro es hasta cierto punto relativo, y es que depende del origen de los nuevos clientes. Las personas que habitualmente cubren el trayecto Madrid-Valencia en autobús o tren y se pasan al viaje compartido, ¿realmente están reduciendo emisiones de CO2? La respuesta, lamentablemente, es no, ya que este cambio no disminuye el número de vehículos en la carretera, solo reparte los viajeros.
El verdadero beneficio ambiental de este servicio viene del conductor que decide dejar su coche en casa y apuntarse a un viaje compartido. Ese vehículo, que pasaría más de 3 horas emitiendo dióxido de carbono, muestra el verdadero ahorro ambiental de esta práctica, por lo que cabe preguntarse: ¿cuántos coches se evita que salgan a las carreteras mediante este servicio? Ahí está la clave de los beneficios ambientales de los viajes compartidos y es un dato que, hoy por hoy, no tenemos claro.
BlaBlaCar se ha convertido en una excelente opción para los viajeros, pero aún le queda camino por recorrer para ser una verdadera alternativa ecológica. Quizás sea el momento de plantearse nuevos retos, como incentivar los viajes en vehículos menos contaminantes (modelos actuales con bajas emisiones, híbridos o eléctricos), promover la conducción eficiente entre sus usuarios o premiar a aquellos que no procedan del transporte público.
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