Si hay algo característico y representativo de Madagascar son sus centenarios baobabs de hasta 30 metros de altura. Esos colosos, más parecidos a unas columnas faraónicas que a árboles, aparecen por doquier en esta preciosa isla, desde el Norte hasta el Sur. Un destino africano que une todo en un solo espacio: diferentes tipos de selva, montaña, sabana y playas paradisiacas.

Esta increíble fotografía ha sido sacada en Morondava (Madagascar), al oeste de la gran isla. Y resume en un instante, lo valioso que es este árbol para la cultura africana. Un destino único, mágico y totalmente recomendable.

 

Leyendas sobre los baobabs

Una de las leyendas más conocidas sobre su origen trata sobre el castigo de los dioses por la vanidad del árbol: se dice que hace muchos años, el baobab era espectacular también por su belleza, con un frondoso ramaje de hojas verdes y jugosas y con coloridas y perfumadas flores; los dioses, impactados ante tanta esplendor, le concedieron el don de la longevidad. A partir de entonces, creció sin parar, cada vez más fuerte, alto y sublime, lo que provocó que ocultara el calor del sol dando sombra a los demás árboles sin dejarles crecer y causando mucho frío a las criaturas del bosque. Lejos de sentirse culpable por los problemas que provocaba y viendo que no dejaba de aumentar en tamaño, desafió a los dioses gritándoles que pronto les alcanzaría. La respuesta no se hizo esperar y éstos le castigaron por su arrogancia plantándolo al revés y dejando sus hermosas ramas, flores y hojas bajo tierra y adoptando el curioso aspecto actual en el que parece que sus raíces miren al cielo implorando el perdón de los dioses.

Existe otra creencia por la que, al principio de todo, los dioses repartieron semillas entre todos los animales para que las plantaran.. Las del baobab fueron las últimas en entregarse y se las dieron a las hienas que, indignadas por haber sido las últimas de la lista, decidieron plantarlas al revés, de ahí la sensación de que el Baobab tiene las raíces en su copa.

También se conoce otra fábula por la que los dioses castigaron al baobab enterrando su frondosa copa en el suelo, dejando al aire sus raíces y sirviendo a todas las criaturas con sus frutos, corteza y tronco. Se cree que los dioses enviaron un pájaro como prueba de la compasión del árbol, preocupado únicamente por mantener inalterable su belleza, prohibiendo a cualquier animal posarse en sus ramas. El pájaro, sucio y agotado, se posó sobre una de sus ramas para asearse tras buscar a lo largo de todo un día comida sin éxito para sus pequeños y ser atacado por un halcón. Pero el Baobab, pese a las súplicas del pájaro, lo echó de sus ramas sin piedad alguna.

Las madres africanas suelen mezclar el fruto del baobab con leche para dárselo a sus bebés, porque creen que es bueno contra las enfermedades típicas de la infancia: disentería, hinchazón del vientre, rubeola o fiebres. Las semillas también las utilizan para las inflamaciones, el dolor de muelas o de encías. Pero lo que más se aprovecha son sus hojas. Cuando están verdes, se comen cocidas como las espinacas o en sopa y, cuando están secas, como condimento o medicina. Pero por si eso fuera poco, también hacen bebidas refrescantes con el fruto, con la corteza extraen una fibra, para hacer cuerdas y cestos, con la madera construyen piraguas y con el polen fabrican pegamento.

Se dice en África que si una persona bebe agua en la que se han mojado semillas de baobab, quedará protegido del ataque de los cocodrilos. Pero si se atreve a arrancar una flor al baobab, morirá devorado por un león. Se cree también que las flores están habitadas por espíritus, y que si un hombre bebe una infusión de su corteza, será poderoso.

Fuentes: Le petit baobab y Jardiland