Una planta con flores que vivió hace 30.000 años ha vuelto a vivir gracias a la tarea de un grupo de investigadores rusos que han desenterrado un fruto perdido en el suelo helado de Siberia y han conseguido replicar nuevos ejemplares utilizando los tejidos conservados bajo cero durante milenios.

La clave de esta resurrección está en el permafrost, la capa de suelo helado que ocupa millones de kilómetros cuadrados de las latitudes boreales y donde se almacena un gran banco de semillas y organismos congelados desde largos periodos de tiempo.

El avance obtenido ahora por David Gilichinsky y sus ayudantes de la Academia Rusa de Ciencias ha sido publicado en la revista PNAS, en un artículo que explica cómo desenterraron frutos y semillas de “Silene stenophylla” una planta herbácea del Pleistoceno. Los restos formaban parte de las reservas de un roedor prehistórico, una especie de ardilla terrestre que enterró su comida en un lugar cercano al río Kolyma, en el noreste de Siberia.

Las semillas y frutos estaban conservados a una profundidad de 38 metros, en sedimentos que permanecen siempre a temperaturas bajo cero. Una vez recogidas las muestras, datadas por el método del radiocarbono en unos 30.000 años, los investigadores de la Academia Rusa de Ciencias replicaron la planta por el método de cultivo de tejidos y de micropropagación, lo que les ofreció clones del ejemplar obtenidos de la parte germinativa de los frutos congelados bajo el hielo. Trasplantados los jóvenes vástagos a macetas de crecimiento, las resucitadas Silenes crecieron, florecieron un año más tarde y dieron frutos de nuevo.

Este trabajo demuestra que el permafrost es una rica fuente de material genético.