La proximidad del Día Internacional de Reciclado me anima a hacer una reflexión sobre los conceptos de economía circular y reciclado en ciclo cerrado.
Dos conceptos que parecen lo mismo, ¿al fin y al cabo no se trata de cerrar un círculo? pero entre los cuales, a mi juicio, hay una gran diferencia.
Desde que el hombre es un ser inteligente ha aprovechado muchos de los bienes que tenía a su alcance mientras le seguían resultando útiles. Herramientas, vasijas y utensilios de todo tipo. Cuando ya no servían para la función principal, solía darles otros usos, y si por ejemplo eran de madera y ya no le servían para otra cosa, los utilizaba como combustible. Mi primera reflexión es que eso es asombrosamente parecido a lo que hacemos miles de años más tarde.
Así pues ¿qué es lo que ha cambiado con tantos siglos de intervalo? La respuesta es bastante sencilla: el desarrollo científico y tecnológico, que en lugar de poner a nuestro alcance unos pocos productos sencillos como maderas, pieles, piedras y metales nos ofrece una enorme variedad de materiales, por cierto, entre los que sigue habiendo maderas, piedras, pieles y metales, con los que podemos fabricar prácticamente cualquier cosa.
Con el desarrollo industrial, más o menos de los últimos dos siglos, la humanidad ha seguido haciendo lo mismo: aprovechando todo lo que podía aprovechar una vez terminada la vida útil de los objetos que fabricaba. Siempre se han aprovechado vigas de madera de una construcción que se derribaba para construir un nuevo edificio, posiblemente más pequeño, pilares, utensilios de metal para fundirlos y fabricar otros objetos, etc.
Lo que ha cambiado en los últimos años, entonces, no es el hecho de que las cosas se reciclen, sino el significado que se le quiere dar a ese hecho espontáneo de aprovechar lo que ya no sirve. Y ese es el debate que tenemos ahora en los medios ambientales, y con frecuencia entre los ecologistas y los industriales: el concepto de reciclado en ciclo cerrado. En definitiva, el empeño en promover que un producto al final de su vida útil se vuelva a convertir en el mismo producto. La cuestión es que eso no siempre es posible, y en las ocasiones en que sí lo es muchas veces hacerlo es ruinoso. Por eso me gustaría defender que en estos temas- antes de aprobar por ley cuestiones de esta naturaleza- se escuche en primer lugar a los profesionales del reciclado.
Con la tecnología que tenemos actualmente, ya estamos reciclando cosas que hace veinte o veinticinco años parecían impensables, entre otra cosa porque muchas de éstas hace veinticinco años ni siquiera eran de uso habitual, como los envases de PET. Viejos utensilios de madera pueden convertirse en tableros DM, la base de la mayor parte de las mesas, camas y armarios que utilizamos hoy día. Con neumáticos usados se construyen barreras separadoras y badenes de control de velocidad en calles y carreteras, o parques infantiles en los que los niños no se hacen daño al caer, porque son suelos blandos, y tantas y tantas otras aplicaciones para los materiales reciclados.
El denominador común de muchas de esas nuevas aplicaciones, es precisamente que no se ha perseguido hacer un reciclado en ciclo cerrado, sino el mejor aprovechamiento posible. En el caso de los productos metálicos también ha habido avances importantísimos -no tanto en buscar usos para los metales fuera de uso, porque siempre se han conocido, y además es uno de los casos claros, como ocurre con el vidrio de un solo color, en que el reciclado en ciclo cerrado es una de las mejores opciones, como en el desarrollo de tecnología para separarlos de otros residuos como la separación magnética. Hace treinta años, por ejemplo, nadie había visto en España funcionando un separador de Foucault para metales no férreos, y hoy no sólo prácticamente no hay planta de selección de envases que no cuente con uno, sino que además lo más probable es que sea de tecnología y fabricación española, lo que nos permite competir con el resto del mundo.
Para terminar, me gustaría repetir que en lugar de buscar a toda costa que con un producto usado haya que fabricar otro producto igual, se deje a los técnicos decidir cuál es el mejor uso para cualquier material reciclado.
Lo que importa es el ahorro de recursos , energía, agua y materias primas y sobre todo que lo que ya no usamos, acabe en un agujero.
Este es el mejor camino hacia el utópico residuo cero.
Autor: Miguel Aballe, director de la Asociación de Latas de Bebidas.
Imágenes: www.canstockphoto.es
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