Nuestro cuerpo y nuestro rostro necesitan de cuidados específicos para mantenerse sanos y bellos. Pero, no sirve cualquier producto. Actualmente, en el mercado existe una poderosa oferta de artículos cosméticos con demasiados componentes químicos que pueden dañar nuestro organismo. Muchas veces los compramos sin leer la etiqueta de sus ingredientes, fijándonos sólo en su presentación o en las prometidas propiedades que anuncian.

 

Frente a este tipo de cosmética está apareciendo una, que conjuga en su elaboración los productos naturales y la tradición, sin dejar de lado la tecnología. Es la cosmética natural del siglo XXI, que se basa en remedios ancestrales, pero con un punto de vista actual; renovando los usos y las costumbres, como el de la aromaterapia. En ella se tiene en cuenta por encima de todo, la calidad de los ingredientes que se utilizan, la manera de tratarlos y la alta concentración de los principios activos. La mayor parte de la sociedad ya no se conforma con comprar cualquier crema o aceite, quiere saber cómo se ha realizado y que sustancias se va aplicar en su piel.

En este proceso de crear líneas de cosmética natural, también se tiene muy en cuenta la presentación o el packaging. Existe una tendencia, que muestra productos presentados de una manera primorosa con materiales biodegradables o reciclables. Vidrio o cartón se convierten en coprotagonistas. Ya no solamente es importante lo que lleva el envase, sino como está presentado.

Esta preferencia por el mundo natural, ha traído consigo la producción de la cosmética ecológica, bio u orgánica. Los nombres que se le aplica,  corresponden a la traducción del vocablo utilizado en cada país. El género bio suele estar controlado por organismos oficiales que regulan su producción según una serie de estrictas normas, y cada uno posee su propio sello identificativo que suele aparecer en la etiqueta de cada artículo, aunque también podemos encontrarnos productos tan artesanales y únicos que no la llevan, más que nada debido a su pequeñísima producción. Los más importantes en el mercado cosmético son ECOCERT, SOIL ASSOCIATION, USDA ORGANIC, BDIH, COSMEBIO y OFC.

Entre la serie de normativas que deben seguir destacan:

  • Ser de origen botánico, nunca de animales.
  • El cultivo de estas plantas debe ser biológico.
  • No habrán sido probados en animales.
  • Su envase será reciclado y/o reciclable.
  • Su fabricación ha generado el mínimo impacto ecológico en la zona, al igual que su almacenamiento y transporte.
  • No contendrán conservantes, colorantes, siliconas ni productos artificiales.

Por ejemplo, los aceites minerales tan utilizados en la cosmética al uso, están totalmente prohibidos; algunos se depositan para siempre en órganos y tejidos, y pueden provocar alergias, irritaciones, dermatitis o incluso cáncer, según los últimos estudios estudios realizados.

Utilizando las parafinas o los aceites minerales, se aprecia que forman una barrera invisible que altera la termoregulación de nuestro organismo dificultando la expulsión de toxinas.  En su lugar, en la cosmética natural, se usan aceites o aceites esenciales, para dar una serie de propiedades a la fórmula, o para perfumar la receta. Los aceites corporales proporcionan una hidratación y nutrición real en nuestra piel, penetran mejor y refuerzan el sistema defensivo de la piel.

Conclusión: debemos hacer balance de todos los productos cosméticos que tenemos en nuestro baño o tocador, y empezar a pensar en sustituirlos por otros en nuestra próxima compra, que no sean tan nocivos para nosotros mismos y para el medio ambiente.