El Gobierno de François Hollande ha dado luz verde esta semana a la apuesta por una revolución energética. Amparado por los ecologistas, tendrá como misión favorecer el transporte sin emisiones, realizar construcciones sostenibles e impulsar las energías renovables.
La ministra de Ecología francesa Ségolène Royal, ha afirmado: “somos el primer país con una legislación global contra el cambio climático”. De esta manera, queda atrás el favoritismo de Francia hacia la energía nuclear, aunque a la oposición de la derecha le pese. Su intención es ir reduciendo las emisiones de gas invernadero hasta el año 2030 y producir un 32% del total energético mediante la energía limpia o renovable. Unos cambios que se avecinan pragmáticos, y que tendrán una inversión de 10.000 millones en tres años.
¿Cómo serán los edificios franceses a partir de ahora?
Los edificios públicos tendrán superávit de energía “para dar y tomar”, todos serán con bajo consumo, y seguirán las normas medioambientales impuestas, destacando por sus tejados verdes o por sus paneles solares, tal y como se aprobó con la nueva ley que lo exige. Cabe destacar que en París, como la gran urbe que es, esto supondrá un gran respiro para sus habitantes.
¿Y qué otros cambios llegan?
Las bolsas de plástico de “usar y tirar” desaparecen, y los alimentos que no puedan ser vendidos en las tiendas, no se podrán tirar a la basura, serán cedidos a instituciones u organizaciones para su reparto a gente necesitada.
El vehículo limpio o voiture verte será la nueva adquisición para las administraciones públicas, los taxis o las compañías de alquiler de coches. Un 10% de su flota (se han quedado un poco cortos, pero todo es empezar). Y por supuesto, las ayudas económicas para el vehículo privado serán suculentas, según se ha hablado en la Asamblea Nacional; para que el que se quiera comprar un coche, opte por un coche eléctrico y deje su contaminante diésel.
En España se tendrán que tomar unas medidas en esa dirección si queremos que nuestro país siga por el camino de la sostenibilidad. Está bien tener ejemplos de nuestros países vecinos, pero cada uno debe apostar por su propia “política verde”.
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