El 9 de agosto, Naciones Unidas celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Esta fecha fue establecida para reconocer el valor de las culturas indígenas y alabar su organización social y territorial, que permite un trato respetuoso a los valores naturales de su entorno y una explotación ejemplarmente sostenible de sus recursos.

Esta relación tan especial de las comunidades indígenas con su territorio hace que sus derechos tengan que ser protegidos de forma específica. Mientras que los habitantes autóctonos de regiones vitales para la salud del planeta como la Amazonia o África miman la tierra, los proyectos contaminantes del mundo desarrollado ponen en peligro no solamente estas áreas esenciales, sino la propia vida y supervivencia de las poblaciones locales.

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Además de Naciones Unidas, también la Organización Internacional del Trabajo (OIT) defiende los derechos de estas personas. El Convenio 169, ratificado por 20 países, es una herramienta para que cada nación sepa identificar a sus indígenas y así poder respetar su cultura, sus tradiciones, su forma de vida, su territorio y, en general, sus derechos.

Desde un punto de vista ambiental, los pueblos indígenas desarrollan una importante labor a favor de la conservación del planeta. En sus dominios, el carácter familiar de la agricultura les permite obtener los alimentos necesarios sin agotar, contaminar ni destruir la tierra. Su forma sostenible de explotar los recursos no contribuye a los graves efectos que sufre el planeta, como el calentamiento global, sino que se integra en el ecosistema.

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Precisamente, 2014 ha sido declarado Año Internacional de la Agricultura Familiar. Esta forma de cultivar conlleva un alto nivel de ecologismo y sostenibilidad y permite a las personas vivir de lo que obtienen sin dilapidar los recursos ni comprometer la capacidad de las generaciones futuras de seguir alimentándose de la tierra.

La agricultura familiar conlleva una organización social más fuerte, basada en las tradiciones y la sabiduría popular, algo que encaja perfectamente con la filosofía de los pueblos indígenas y les ayuda a mejorar su estivo de vida, su salud, su bienestar y el medio ambiente que les rodea, además de proporcionar un crecimiento de la riqueza y el empleo a nivel local.

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Por desgracia, el cuidado del medio ambiente que llevan a cabo las comunidades indígenas desde tiempos inmemoriales no significa que su entorno esté libre de peligro. Constantemente, se ven amenazados por proyectos de los países desarrollados, principalmente relacionados con la extracción de petróleo, así como por los efectos del cambio climático, que se origina en el Primer Mundo pero termina afectando, sin distinciones, a todos los seres del planeta.

Para los pueblos indígenas, estas consecuencias son muy graves, puesto que son especialmente sensibles a las modificaciones de su hábitat, del que dependen por completo, y sus organismos no están preparados para enfrentarse a ciertas enfermedades o situaciones. Esta circunstancia de agrava en el caso de las poblaciones aisladas, que no tienen relación con el mundo exterior y cualquier contacto puede ser determinante para su supervivencia.

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Es muy importante que estas poblaciones conserven su territorio y su estilo de vida. En la mayoría de los casos, la intervención del exterior, aunque se realice con la mejor de las intenciones, termina resultando negativa, por lo que, como contempla el Convenio 169 de la OIT, ninguna actuación debe ser contraria a los deseos, expresados libremente, de la comunidad afectada. En muchos casos, lo mejor es no actuar, permitirles seguir viviendo según su tradición.