Tanto el agua como los bosques son esenciales para la vida en nuestro planeta. Lo son tanto por el papel del agua como factor clave en el ciclo vital de los seres vivos y la biodiversidad, como por las funciones clave que ofrecen los bosques en la captación y regulación del agua entre la tierra y la atmósfera.
Vista está transcendencia no es de extrañar que el agua y los bosques sean temáticas prioritarias en todos los niveles de la actividad humana, no sólo en los que respecta su conocimiento científico, sino en políticas ambientales, jugando un papel fundamental en la conservación de la biodiversidad o la lucha contra el cambio climático y sus manifestaciones, como la desertización.
En este sentido, llama la atención una coincidencia que a la vez resulta paradigmática de la repercusión mundial sobre la importancia del vínculo del agua y bosques. Si bien ya desde hace décadas se celebra el 22 de marzo como Día Mundial del Agua, recientemente la Asamblea General de Naciones Unidas ha proclamado el 21 de marzo, justo un día antes, como Día Internacional de los Bosques. Curioso, ¿no?
Los bosques con muy importantes en el ciclo del agua, ya que absorben cuatro veces más agua de lluvia que los suelos cubiertos por pastos. Con las raíces, los árboles son capaces de extraer agua de zonas profundas del suelo. Esta reserva subterránea y constante de agua es liberada lenta y gradualmente por los árboles, ayudando a evitar las inundaciones y sequías estacionales.
El agua recorre el árbol y se usa para la fotosíntesis, en el enfriamiento, y en otros procesos de crecimiento. Se evapora, como vapor de agua, desde las hojas. En este ciclo, los árboles son «fuentes de agua» vivientes que redistribuyen el líquido: la humedad, que se quedaría atrapada en forma subterránea si no fuera por los árboles, es liberada a través de sus hojas hacia el aire, donde luego se condensa formando nubes y cae de nuevo en forma de lluvia.
Por lo que hemos visto, los bosques y el agua son dos protagonistas destacados en el el desarrollo de la vida en los ecosistemas: los primeros, por ser productores y partícipes de una gran cantidad de funciones, y el agua por ser el líquido conductor, regulador y portador de la vida. A medida que perdemos los bosques, se disminuye la capacidad de capturar agua; se destruye el hábitat de plantas y animales y se afecta la vida de todos.
El agua circula por todos los niveles del bosque, y cualquier cosa que contamine el agua, contamina el bosque, ya que además de transportar nutrientes, el agua también puede transportar productos tóxicos y materiales de desecho aguas abajo. Los contaminantes que se encuentren en cualquiera de estas pequeñas corrientes, llegarán a los ríos de los que son afluentes y dañarán, de esta manera, el hábitat de los peces.
A mayor vegetación, mayor presencia de lluvia. Cuando se condensa la humedad a baja altura, como sucede en las zonas boscosas y selváticas, se incrementa la lluvia; en cambio en las zonas deforestadas, las nubes se forman a gran altura y son presa fácil de los vientos, lo que reduce las posibilidades de precipitaciones pluviales.
La deforestación en ciertas zonas de las cuencas hidrológicas, provoca que haya mayor arrastre de materiales sólidos, lo cual causa la salinización de suelos y la acumulación de materiales, obstaculizando la circulación de las corrientes de agua y por consiguiente, disminuye la cantidad de agua, además de la pérdida de suelos fértiles.
La desaparición de los ecosistemas suele ser, en la mayoría de los casos, irreversible, debido a la pérdida de suelo fértil con capacidad regenerativa ante la falta de protecciones naturales contra la erosión hídrica, como son la protección de los árboles.
Cabe esperar que el Calentamiento Global previsto en el siglo XXI sea mayor en alrededor de 0,2ºC por decenio. Es muy probable que aumente el volumen de las precipitaciones en las latitudes altas, y que disminuyan en la mayoría de las zonas subtropicales. Estos efectos provocarán el incremento de episodios de olas de calor extremo, y de tormentas con precipitaciones intensas.
Estos sucesos extremos de sequía e inundaciones, provocará pérdida de cultivos, restricciones de agua, etc. Motivos más que suficientes para mitigar las consecuencias tanto de los efectos del cambio climático como de la alteración del ciclo hidrológico en nuestras cuencas.
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