El mar siempre ha sido para nosotros uno de esos mundos desconocidos que hemos querido explorar. Y ahora que los recursos mineros de la superficie terrestre se están agotando, es el momento adecuado para, nunca mejor dicho, lanzarse al agua.
Desde los inicios de mi carrera, he oído dos puntos de vista diferentes al respecto: El económico-industrial, que dicen que dado que los fondos marinos contienen casi el 60% de los 103 elementos químicos conocidos, y que muchos de ellos se han convertido en los últimos años en un gran reclamo aumentando su demanda a medida que las explotaciones mineras terrestres se agotan, la explotación del medio marino podría pasar a ser algo necesario. Para dicha explotación, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, International Seabed Authority) concede unas licencias vigentes durante 15 años y con permiso para explotar una superficie de 75.000 km2. De este modo, sabiendo las características de dichas licencias y que no se ha establecido un número mínimo de concesión de ellas (o al menos yo no lo he encontrado), ¿quién nos garantiza que toda esta superficie no está plagada de seres vivos, conocidos y por conocer, que no se verán afectados? ¿Realmente las industrias o las empresas que han obtenido esas licencias tendrán en cuenta la conservación del medio a la hora de explotar?
Y aquí es donde aparece el segundo punto de vista, el medioambiental. La preocupación del impacto ambiental que esta actividad supondría para el medio marino es inevitable, sobre todo a sabiendas de que la riqueza de los fondos es espectacular dado que la superficie marina ha evolucionado a lo largo del tiempo de manera natural y que la abundancia de especies puede ser abrumadora. Los científicos aseguran que el mar contiene gran cantidad de especies que aún no han podido ser descubiertas y estudiadas por la falta de medios. Entonces, si se llevaran a cabo las actividades de explotación, ¿cuántas especies, descubiertas y por descubrir, serían extinguidas? ¿Quién sería el responsable de contabilizar esas pérdidas y de afirmar o negar la importancia de estas especies para ser puestas en juego por la explotación minera?
Quizá la respuesta a todas las preguntas planteadas las tiene la propia ISA, pues en su página web afirman que “una de las principales funciones de la Autoridad es reglamentar la extracción de minerales de los fondos marinos, haciendo hincapié especialmente en proteger el medio ambiente marino de los efectos nocivos que puedan resultar de las actividades mineras, incluidas las de exploración”. Además, poseen un Reglamento sobre prospección y exploración de nódulos polimetálicos, en el que se establece la colaboración entre los exploradores de los fondos marinos y la Autoridad para asegurar el desarrollo ecológicamente sostenible de los recursos minerales de los fondos marinos.
Sin embargo, si el conflicto entre los dos puntos de vista sigue existiendo, es porque hay algo que no encaja, ya que probablemente, los lugares que las industrias y empresas privadas quieren explotar son aquellos que tengan más riqueza de minerales (y quién sabe qué más). Así pues, ¿qué haremos cuando también los fondos marinos hayan sido explotados hasta su agotamiento? ¿No sería mejor buscar la forma de sostenernos utilizando recursos renovables que seguir explotando aquello que no podremos recuperar? El debate sigue abierto.
Fuente: Autoridad Internacional de los Fondos Marinos.
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