La totora forma parte de la vida de la etnia sostenible que habita el lago Titicaca, además de en el archipiélago de la bahía de Puno conformado por 40 islas, se encuentra distribuida entre Perú, Bolivia y Chile. Aunque se las conoce como las Islas de los Uros, en realidad ya no queda ni uno de ellos, el último murió en el siglo XX, y el pueblo que sigue con esas costumbres es aimara.

Su vida gira en torno al agua y a la planta de la totora (Schoenoplectus californicus), una especie de junco que crece en terrenos pantanosos de América del Sur, y que se viene utilizando desde las culturas prehispánicas. Su uso es para todo (literalmente), tan pronto sirve para limpiarse los dientes, como para combatir la diarrea o la fiebre; o para alimentarse.

totora

Nativa trabajando el maíz sobre una isla de totora.

Los beneficios medicinales se extienden a sus flores, que se emplean para desinflamar y calmar tanto internamente como externamente, y sirven tanto para apaciguar problemas digestivos, como para cicatrizar heridas o curar la zona afectada.

Los asombrosos usos de la totora

Se maneja la totora para fabricar todo tipo de objetos, desde artesanía hasta mobiliario particular: muebles, sillas, sombreros, esteras, petates, carteras, redecillas, canastas, etcétera. Incluso las propias casas de los pobladores de las islas están realizadas con ella desde el suelo hasta el tejado. También es utilizada para alimentar al ganado como forraje o para realizar fuego y calentarse en sus hogares.

Totora

¡Todo lo que se aprecia con la vista es de totora!

Imagen de Rodolfo E. Edelmann

Su uso más espectacular se puede apreciar en construcciones, como el puente del río Desaguadero, o los llamados “caballitos de totora”, que no son otra cosa que las embarcaciones para transportar personas o material, o  también dedicadas a la pesca. Aunque no es algo único de aquí, ya que en otros lugares de Perú (Huanchaco y Pimentel), también se dedican a realizar este tipo de labores con la totora.

Y quizás lo más increíble es que esas famosas Islas de los Uros, no están ahí de forma natural, sino construidas artificialmente por la mano del Hombre. Es decir, una gran parte de su tiempo se dedican a ir superponiendo capas de totora en cada isla, incluso van construyendo islas nuevas.

Totora

Un «caballito de totora» amarrado.

Imagen de Diego Delso

Turismo vivencial en torno a la totora

Esta experiencia se puede disfrutar conviviendo con ellos durante varios días. Un turismo vivencial que cada vez tiene más adeptos, y que es posible efectuarse desde el puerto de Puno, siempre teniendo en cuenta que no se contrate con una agencia, ya que la mayoría del importe no les llega a ellos. Es imprescindible hacerlo de manera local para que repercuta directamente en la comunidad.

La totora constituye un recurso natural, renovable y biodegradable, que esta población indígena ha sabido sacar el máximo provecho, haciendo de él su medio de vida. Una manera de existencia de la que deberíamos tomar conciencia y ejemplo. Sus sostenibilidad medioambiental es digna de recalcar.