Berta Cáceres ha sido asesinada. La figura de la activista indígena, que dio su vida por la defensa del medio ambiente y por su lucha contra las grandes corporaciones, no puede más que ser alabada y divulgada, para que los asesinatos de activistas ambientales cesen y la defensa del planeta prevalezca.

La conocida defensora de los derechos indígenas fue galardonada en 2015 con el premio ambiental Goldman por su “defensa sin miedo” del río Gualcarque, lugar sagrado para el pueblo lenca al que pertenecía, ante la amenaza de la construcción de la presa de Agua Zarca. Las continuas amenazas nunca frenaron sus ganas de conseguir un planeta más limpio y justo. Lamentablemente, en uno de los países más violentos del mundo, este resultado era previsible.

Berta Cáceres dio su vida por defender los derechos indígenas

En un informe de Global Witness se alertaba, hace un año, de la alarmante cifra de muertes de activistas ambientales a lo largo de todo el mundo, siendo Sudamérica y Centroamérica las regiones más afectadas por esta lacra, y Honduras el país que había registrado más muertes en el último lustro. El perfil tipo del activista asesinado era un indígena que luchaba contra las grandes industrias hidroeléctricas, mineras o agrícolas.

Berta Cáceres dio la vida por defender la naturaleza

Precisamente, el nombre de Berta Cáceres, que cumplía todas las condiciones y estaba amenazada, se ponía como ejemplo de la resistencia de los que piensan que otro mundo es posible, frente a los que defienden un sistema injusto que se ceba con los débiles, sin más argumentos que la violencia, el miedo y la opresión, aquellos a los que solo les preocupa el dinero y el beneficio por encima de los derechos humanos, la salud del planeta o la vida.

La lucha de Berta Cáceres para la defensa de los derechos indígenas comenzó desde niña, cuando su madre y ella tuvieron que huir como refugiadas desde El Salvador hasta Honduras. Para canalizar y agrupar el activismo indígena, en 1993 fundó el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), que aún hoy sigue luchando por las injusticias cometidas contra las comunidades locales hondureñas y cuya principal causa ahora mismo es esclarecer el asesinato de su fundadora.

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La asociación indígena denuncia “numerosos actos de hostigamiento, amenazas, persecución y criminalización por parte de agentes estatales [de Honduras] y no estatales”, por lo que considera al Estado tan responsable de la muerte de la activista como sus autores materiales, por colaborar con ellos en los proyectos que ponen en peligro la vida indígena en el país centroamericano y no actuar firmemente para la defensa de las personas amenazadas.

Por este motivo, la comunidad internacional está pidiendo la retirada del capital extranjero del proyecto de la presa de Agua Zarca. Así lo ha hecho público Oxfam en un comunicado, en el que insta al fin de la financiación del proyecto por parte de entidades holandesas, finlandesas y alemanas, así como del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), que aportó 24,4 millones de dólares a una iniciativa puesta en marcha sin el procedimiento legal adecuado, en contra de los intereses indígenas, amenazando la supervivencia de los pueblos de la zona y que se ha cobrado la vida de dos líderes locales críticos con esta forma despótica de actuar (además de Berta Cáceres, Tomás García fue asesinado en 2013 por un suboficial del ejército hondureño durante unas protestas contra la presa).

El mundo ambiental llora su pérdida

Tanto Tomás García como Berta Cáceres y todas las personas asesinadas por defender las injusticias y los abusos, nos deben servir como ejemplo e inspiración para seguir reclamando un planeta más igualitario, donde sus habitantes respeten a sus semejantes y todos cuidemos de la tierra que nos alimenta.