Will Kurtz y sus personajes neoyorquinosNos ha vuelto a sorprender para bien, Will Kurtz ha vuelto con una nueva exposición en la galería de arte Kim Fosster en el distrito de Chelsea de la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, de sus ya conocidos personajes neoyorquinos. La pena es que ha sido por tan poco espacio de tiempo, solamente un mes (10 septiembre-10 octubre), que ha sabido a poco. La ciudad que nunca duerme es así, momentánea e imparable, como la propia obra del artista, que consigue elevar su escultura transgresora hasta límites insospechados, que rozan una realidad palpable y a la vez inmortal.

Will Kurtz y sus personajes neoyorquinos

Will Kurtz y sus personajes neoyorquinos

Kurtz vuelve a la caga con sus figuras llenas de vida, realizadas a base de madera, alambre y periódicos de Nueva York. Nunca el papel fue un material tan ligado a la calle y al arte. Un papel que cobra fuerza en rostros expresivos vocalizando palabras, que casi escuchamos si acercamos nuestra oreja. Esas mascotas o esos animales que inspiran inocencia se muestran tan cercanos, que ya percibimos sus ladridos de alegría desde nuestra  silla cuando contemplamos su imagen activa.

Will Kurtz y sus personajes neoyorquinos

Will Kurtz y sus personajes neoyorquinos

Nueva York está ligada de manera incondicional a sus periódicos y a sus gentes. Ese concepto de que cualquier cosa se puede ver o puede pasar en esta urbe, está presente y se respira por doquier. El periódico como símbolo de una sociedad que tiene mucho que contar o que decir. Incluso las últimas protestas que han acontecido también tienen su hueco, la gran cantidad de vagabundos y la caída de ese estado de seguridad, bienestar o calidad de vida, está haciendo que la policía se encuentre en el punto de mira. Dos policías aparecen en escena imponiendo su presencia, mientras un niño monta en su patinete, un joven reparte la prensa, un “homeless” dormita y otro da de comer a las palomas.

Will Kurtz y sus personajes neoyorquinos

Will Kurtz y sus personajes neoyorquinos

Momentos auténticos trasladados al interior de un recinto, que siguen destilando movimiento aún sin estar vivos, parece que sus acciones se encuentran congeladas en el tiempo, para que en cualquier segundo vuelvan a tener esa ocupación que les caracteriza. Estas maravillosas instantáneas convertidas en obras palpables llenas de emoción, naturales y al mismo tamaño real que se podían observar en cualquier calle neoyorquina, son únicas e irrepetibles. Una mezcla de repulsión o de atracción son los sentimientos más comunes que transmite la obra de Will Kurtz. Todo lo que se critica de esta humanidad, es a menudo lo que infunde más compasión, y eso lo sabe bien el artista. Un arte que no deja indiferente a nadie.

Como con sus anteriores personajes, nos ha vuelto a dejar boquiabiertos a los espectadores. Todas las razas, tipos o costumbres de Nueva York pueden ser motivo de una escultura para Kurtz, aunque su preferencia por las más hostigadas está realmente clara y presente. ¿Quién será el próximo en aparecer? Gente anónima que dio la casualidad de cruzarse en su camino.