La FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ha analizado el estado mundial de la seguridad alimentaria. El número de personas que pasan hambre se ha reducido considerablemente en la última década, pero aún son cientos de millones las que pasan hambre. Algunas conclusiones son sorprendentes.

Según la FAO, la seguridad alimentaria se da cuando todas las personas tienen acceso físico, social y económico permanente a alimentos seguros, nutritivos y en cantidad suficiente para satisfacer sus requerimientos nutricionales y preferencias alimentarias, y así poder llevar una vida activa y saludable.

Estado de la seguridad alimentaria 2015

795 millones de personas pasan hambre

En el mundo existen 795 millones de personas subalimentadas (eufemismo que designa a las personas que pasan hambre). Lo más alarmante del dato es que este número es esperanzador, ya que, en los últimos 10 años, la cifra se ha reducido en 167 millones de personas, todo un logro teniendo en cuenta el crecimiento demográfico y que este descenso corresponde a países en desarrollo, en su mayor parte. Pero la realidad es que, en el trienio 2014-2016, una de cada nueve personas en el mundo pasa hambre.

La reducción de la subalimentación no ha sido proporcional en todas las regiones del mundo. En el Sureste Asiático, el Lejano Oriente y Asia Central, así como en América Latina o el norte de África, se han conseguido buenos resultados, mientras que el África Subsahariana y Asia Meridional siguen presentando alarmantes cifras de hambre. Una política estable, la expansión de los sectores primarios y la protección del acceso a los alimentos son claves para reducir la subalimentación. No obstante, la cruda realidad se ceba con muchos países, en forma de guerras, revueltas, sequías y precios desorbitados.

Estado de la seguridad alimentaria 2015

La subalimentación de las personas viene determinada por dos indicadores oficiales: la prevalencia de la subnutrición y la proporción de niños menores de 5 años con bajo peso. Ambos datos deben rebajarse para que la reducción del hambre sea mantenida. Al margen de esto, se deben establecer mejoras en la calidad de las dietas, la higiene y el acceso a agua potable.

El crecimiento económico no quita el hambre

El crecimiento económico no es un factor reductor de la alimentación per se, debe ser inclusivo, esto es, que se reparta entre todos los estratos de la sociedad y sirva a todos sus habitantes para crecer y desarrollarse. Para lograr un crecimiento inclusivo hace falta mejorar la productividad de la agricultura familiar, potenciar la protección social y disponer de mercados y gobiernos al servicio del pueblo, sin corrupción ni especulación.

Estado de la seguridad alimentaria 2015

Otro factor determinante para erradicar la subalimentación es la protección social, que la FAO busca promover con motivo del Día Mundial de la Alimentación. Más de 100 países cuentan con algún programa de este tipo, que busca la mejora en seguridad alimentaria, nutrición, salud y educación infantil. Los más comunes son aquellos destinados a la alimentación escolar. Pero estos programas no llegan donde deben y precisamente las personas más pobres carecen de ellos: hasta el 70% de la población mundial, donde están incluidos quienes más lo necesitan.

Uno de los aspectos más llamativos del estado del mundo es el análisis de los países con crisis prolongadas, donde la población es más vulnerable, apenas hay protección social y los gobiernos son débiles. En 1990, 12 países africanos tenían crisis alimentarias, 4 de ellos de forma prolongada. En 2010, 24 países africanos tenían crisis alimentarias, 19 de ellos de forma prolongada. La prevalencia de la subalimentación es casi el triple en países con crisis duraderas y la situación en África es ahora, globalización mediante, mucho peor que hace 20 años. La principal causa es esperable: las guerras.

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Pros y contras del mercado libre

En este punto, cabe preguntarse: ¿es beneficiosa la liberalización del comercio? Estas políticas tienen sus ventajas, como una potencial mejora de la productividad y un crecimiento macroeconómico que debe transformarse en un aumento de los ingresos y el empleo. Sin embargo, vienen asociadas al incremento de los precios internos, el abandono de tierras de agricultura tradicional para cultivar productos rentables monetariamente, la pérdida de recursos y una alta dependencia de los mercados internacionales, que hace a la población muy vulnerable a las crisis, ya que la capacidad de respuesta de los países en desarrollo no es la misma que la de los estados ricos.

A nivel nutricional, la liberalización trae más variedad y cantidad de alimentos, que se puede transformar en dietas más sanas y equilibradas, siempre que estos tengan una mayor calidad y más controles sanitarios. Además, se reduce el efecto estacional, se pueden comer determinadas frutas y verduras todo el año. Esta es la versión idealizada, la que tenemos en el Primer Mundo.

Estado de la seguridad alimentaria 2015

La libre circulación de comida es, en realidad, la encargada de llevar los vicios y malos hábitos a regiones acostumbradas a una comida tradicional, natural y sana. Los alimentos ricos en calorías y de bajo valor nutricional, es decir, la comida basura, se vuelven baratos y accesibles para la población, eliminando la subalimentación pero no la malnutrición.

En resumen, la seguridad alimentaria pasa por fortalecer a los estados más pobres y aprovechar sus potencialidades, sus productos tradicionales y la agricultura de base, rural y familiar. Es necesaria la protección social, especialmente enfocada en los niños, que son el futuro, y las mujeres, que vertebran las sociedades rurales. De nada nos servirán las cifras macroeconómicas si el desarrollo no llega a todos los escalones de la estructura social.