El próximo 8 de junio se celebra el Día Mundial de los Océanos, una conmemoración que Naciones Unidas fomenta para recordar a toda la población el papel fundamental para la vida en nuestro planeta que juegan las grandes masas de agua salada que convierten a la Tierra en el “Planeta Azul”.

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Si serán importantes los océanos, que de allí procede la mayor parte del oxígeno disponible en la atmósfera, el que necesitamos todos los seres vivos para seguir respirando. Además, la biodiversidad que acumulan es enorme, máxime si tenemos en cuenta que el 70% de los diferentes seres vivos que habitan sus aguas son aún desconocidos para la ciencia. Por eso son fundamentales como proveedores de alimentos y medicinas.

Otro factor determinante para dedicar un día al año a alabar las bondades de los océanos, es su capacidad para regular el clima mundial. Las corrientes oceánicas mantienen el equilibrio del sistema climático y su modificación podría llevar a un cambio climático, que modificase la vida en el planeta tal y como la conocemos.

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Por todos estos motivos, el cuidado de nuestros mares y océanos es vital, algo que, lamentablemente, no terminamos de entender. Ya sea por la contaminación puntual (sin ir más lejos, el accidente del Oleg Naydenov, ocurrido en aguas de Canarias el pasado 14 de abril) o sistemática (la alarmante acumulación de plásticos en la superficie del Pacífico, cuyo tamaño ha hecho que se la conozca como “séptimo continente”) o por la sobreexplotación de sus recursos (que se puede evitar potenciando la acuicultura ecológica), el mar nos lanza constantes señales de que necesita más atenciones.

Así, el lema del Día Mundial de los Océanos 2015 es “Unos océanos sanos, un planeta sano” y viene a reivindicar los esfuerzos por mantener la salud de nuestros mares, especialmente ante la contaminación producida por los plásticos. Estos materiales llegan desde tierra o desde los barcos y se terminan acumulando en las zonas de confluencia de las corrientes, donde el agua forma remolinos y los residuos tienden a agruparse.

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Los plásticos van degradando poco a poco nuestros océanos y tienen efectos a largo plazo, ya que no se eliminan con facilidad. Los mamíferos, peces y otros organismos acuáticos ingieren involuntariamente los fragmentos, al confundirlos con comida o cuando están adheridos a ella. Debido a la bioacumulación, los restos pueden llegar a los seres humanos a través de la dieta.

Los avisos han sido numerosos y ya no podemos demorar más el cuidado de nuestro planeta. La gestión sostenible de los océanos para que sigan conservando sus propiedades, es innegociable a estas alturas. Desde los gestos cotidianos, por muy alejados que nos parezcan, como depositar los envases en el contenedor amarillo y el resto de los plásticos en los puntos limpios, hasta los directos, como el respeto por el mar y su biodiversidad cuando lo estemos disfrutando, cada paso nos acercará más a la conservación de estos gigantes ecosistemas, sin los cuales no existiríamos.

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